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Gus Van Sant es uno de los realizadores más ambidiestros en la historia del cine contemporáneo estadounidense; sin temor a ser independiente y comprometido con su visión del mundo y sus ideales artísticos, él puede pasar de la creación de películas profundamente enigmáticas –con construcciones narrativas fragmentadas y complejas como Elephant o Paranoid Park– hasta convencer a los grandes estudios para financiar su no menos cautivadora biopic de Harvey Milk.
Cualquier cosa que él presenta, los espectadores de la obra de Van Sant se sumergen en esos mundos cuidadosamente construidos. Como bien lo describe el investigador español, Carlos García García:
Gus van Sant, como un alienígena que entra por primera vez en con tacto con la especie humana, pone su objetivo al servicio del espectador. Así, la mirada del director cobra absoluta relevancia, una mirada impávida, austera y distante que se limita a grabar imágenes […] En su pretensión de neutralidad, Van Sant se limita a ofrecernos su impecable técnica en el uso de la cámara, en el montaje, en la fotografía, en el sonido... También su particular manejo del espacio, del tiempo y de la luz.
Además de su habilidad para extraer actuaciones excepcionalmente emotivas (pensemos en Good Will Hunting o en My Own Private Idaho), el director nacido en Kentucky también tiene la notable capacidad de aprovechar el espíritu de la época americana, sus películas, ya sean aquellos ambientados en los ochenta o en la década actual, ofrecen siempre algún tipo de reflexión consciente o inconsciente de la atmósfera social de Estados Unidos.
Los aficionados del director durante mucho tiempo han estado fascinados con su proceso idiosincrásico, desde las herramientas físicas que utiliza hasta sus inspiraciones y colaboradores. Ahora, un nuevo libro (publicado por La Cinémathèque Française con Actes Sud y lanzado a la venta el pasado 4 de agosto) presenta una buena oportunidad para profundizar en el interior de la mente del cineasta. Gus Van Sant: Icons, de Matthieu Orléan, recupera una serie de extensas entrevistas, un análisis de distintas obras de arte que han sido fuente de inspiración, un conjunto de storyboards, diagramas del trazado de las escenas, fotografías en el set de filmación y quizá, lo mejor de todo, una vasta colección de Polaroids que el director tomó al principio de su carrera para documentar las celebridades que pasaron por su estudio.
Las imágenes, tomadas entre 1983 y 1999, fueron capturadas en una “vieja reformada cámara Polaroid” que Van Sant compró a mediados de los años setenta, poco después de terminar sus estudios en la Escuela de Diseño de Rhode Island. Las fotografías son una maravillosa reminiscencia de los Screen Tests y las Polaroid de Andy Warhol: documentar algunos de los rostros más conocidos e influyentes de una manera franca y con alegría, sin preparación previa, sino de manera espontánea.
Keanu Reeves
Nicole Kidman
Renée Zellweger
Drew Barrymore
Matt Damon
Crispin Glover
Stephen Baldwin
Udo Kier
Jonathan Rhys–Meyers
Casey Affleck
Ben Affleck
TEXTOS CONSULTADOS:
-Elephant or Some Causes for Teenage Violence, escrito por Carlos García (2007).
-Gus Van Sant: His Own Private Cinema, escrito por Vincent LoBrutto (2010).