Selección Oficial de Largometraje Mexicano #FICM2016 - ENFILME.COM
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Selección Oficial de Largometraje Mexicano #FICM2016
Publicado el 23 - Oct - 2016
 
 
En este espacio compartiremos nuestras primeras impresiones sobre los 15 largometrajes de la Selección Oficial (Ficción) del FICM 2016. - ENFILME.COM
 
 
 

Selección Oficial de Documental Mexicano #FICM2016

Día 1 · Día 2 · Día 3 · Día 4

En este espacio compartiremos nuestras primeras impresiones sobre cada uno de los 15 largometrajes que integran la Selección Oficial (Ficción) del 14º Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM).


El vigilante

Dir. Diego Ros, México, 2016.

★★★

El vigilante (2016), ópera prima de Diego Ros, inicia como un repertorio visual de una ciudad que se ha expandido de forma caótica para posteriormente convertirse en un sugestivo thriller con tintes de relato policiaco. Los andenes y vagones del transporte subterráneo atiborrados de gente, la mancha urbana que se expande en la Zona Metropolitana, las largas esperas, los traslados y los trabajos por turnos forman parte de la cotidianidad de Salvador –interpretado por un comprometido y espontáneo Leonardo Alonso–, un hombre que trabaja como vigilante en una nueva obra en construcción en la zona oriente de la Ciudad de México. A pesar de ser día festivo, él se dirige a cumplir con sus labores. Después de trasladarse en Metro y recorrer otro tramo a pie, Salvador se detiene brevemente frente a una cinta amarilla de seguridad; una vez que el policía le permite el acceso, el vigilante llega a su lugar de trabajo sólo para enterarse que un asesinato se llevó a cabo cerca de ahí. Ese extraño crimen detona una serie de eventos desafortunados –algunos incluso absurdos– que obligan a Salvador a quedarse dentro del espacio de construcción, incluso después de cumplir con su turno de trabajo. Diego Ros hace uso de los planos abiertos para evidenciar cómo el concreto, el cemento, los tabiques y las varillas conforman un monstruo urbano que se expande continuamente y devora a sus habitantes. En algunos momentos se pronostica que la extrema ingenuidad, integridad y curiosidad de Salvador lo conducirán a la catástrofe, principalmente cuando aparece otro policía –con un semblante retador, sombrío y perverso, interpretado por Noé Hernández–, pero el director juega con las certezas del espectador para, haciendo uso de algunas pinceladas de humor negro, lograr que el guión se mantenga a flote de principio a fin.

LFG (@luisfer_crimi)

 

Tiempo sin pulso

Dir. Bárbara Ochoa, México, 2016.

★★★

En la víspera de su cumpleaños número 19 y después de un trágico accidente en el que falleció su hermano, Bruno (Andrés Lupone) tiene muchas dificultades para seguir adelante con su vida. Además de sentirse culpable y responsable del deceso de Esteban, él debe enfrentar las crisis juveniles respecto a cuál es su vocación profesional, el sentido de la existencia y, principalmente, cómo despertar su apetito sexual. También debe lidiar con una madre depresiva (Carmen Beato) que recurre a las pastillas para calmar su dolor emocional, pero que amenaza con quebrantar los sólidos lazos de su familia. Aunque Bruno está rodeado de personas que le demuestran cariño y amor –incluyendo su afable padre (Rubén Pablos), su hermana (Maria Deschamps), su exnovia Elisa (Alejandra Cárdenas) y una tierna adolescente llamada Camila (Paola Frias) que le ofrece su amistad incondicional–, él se inmiscuye en una ola de miedos e inseguridades. La joven realizadora mexicana, Bárbara Ochoa, se apoya en el notable trabajo del cinefotógrafo Sebastián Hiriart (A tiro de piedra, 2010; Filosofía natural del amor, 2014) para capturar a su personaje en el formato 4:3 con dos intenciones: proyectar a nivel visual el ensimismamiento de Bruno y generar un sentido de empatía con el joven. Los sutiles desplazamientos de la cámara permiten conocer la dinámica familiar al interior de la casa; desde los callados desayunos hasta las comidas incómodas, pasando por los constantes gritos de la madre y las atmósferas de las habitaciones –la recámara de Bruno es un espacio opresivo, desordenado y plagado de tonalidades grises para dar la sensación de luto y pérdida; mientras que la ordenada y limpia recámara de Esteban transmite cierta tranquilidad y confort–. La directora retoma algunos de los temas presentes en sus cortometrajes previos –la soledad y la confusión en Marea alta (2010); y las relaciones entre hermanos en Reminiscencias (2007)– para explorar sutilmente la manera en que un joven construye sobre sí mismo un caparazón de aislamiento y frustración, cuyos únicos objetivos son desahogar la culpa que siente y avivar los impulsos sexuales.

LFG (@luisfer_crimi)

 

Minezota

Dir. Carlos Enderle, México, 2016.

★★½

Violeta (Guillermina Campuzano) es una profesora de kínder que vive junto con su pareja, Ismael (Pablo Abitia), un hombre que sigue los pasos e imita el look de Dave Gahan (cantante de Depeche Mode) con la ilusión de convertirse en un destacado e influyente rockstar. A pesar de sus actitudes de mujeriego, la relación con Violeta no tiene mayores complicaciones, pero cuando ella le propone tener un hijo, él se niega rotundamente porque sólo desea la fama en la escena musical. A partir de ese momento surgen las tensiones en la pareja y Violeta, quien comienza a pasar más tiempo con un joven misionero mormón (Evan LaMagna), no está dispuesta a abandonar su sueño de convertirse en madre. Si hace poco más de 40 años, Gustavo Alatriste mostró cómo el cartón y la lámina crecían entre los pantanos de la vieja zona de Nezahualcóyotl en el documental Quien resulte responsable (1970); ahora el cineasta mexicano, Carlos Enderle (Crónicas chilangas, 2009), ambienta su filme en el paisaje gris, urbano y contemporáneo de  uno de los municipios más densamente poblados del país para centrarse en los sueños y anhelos de los personajes que ahí residen. Filmada en 16mm y en su afán por imitar una estética del videoclip ochentero, el aspecto visual de Minezota se percibe áspero, brusco y con encuadres descuidados; no obstante, la transición del blanco y negro al color deviene oportuna porque representa una especie de “borrón y cuenta nueva” en los caminos que seguirán los protagonistas, principalmente Violeta, que rompe con el esquema de la mujer maltratada y débil. Aunque existen las intenciones de hacer a un lado los estigmas de Neza, una de las secuencias cruciales del desenlace cae nuevamente en el estereotipo de la violencia y la marginación con la que se ha retratado aquel municipio en los medios audiovisuales.

LFG (@luisfer_crimi)

 

Esa era Dania

Dir. Dariela Ludlow, México, 2016.

★★

Después de ser despedida de su trabajo, Dania (Dania Deloya Becerril), una joven madre soltera, se ve obligada a hacerse responsable del cuidado de su pequeña hija Ximena (Ximena Kristel Deloya). Un día, por casualidad encuentra un Smartphone y decide quedárselo. Impulsada por el ocio y la curiosidad, Dania comienza a revisar el contenido del dispositivo móvil; mediante la visualización de fotos y videos, conoce breves fragmentos de vida de la dueña del celular, otra joven agobiada por las incertidumbres del futuro y que, al igual que Dania, continuamente discute con su madre. Borrando los límites entre la ficción y el documental, la cineasta mexicana, Dariela Ludlow (cinefotógrafa de No quiero dormir sola y Los bañistas), se aproxima a la joven Dania –familiar de la realizadora– para mostrar las peripecias y dificultades que implica la maternidad adolescente, así como el retrato de una joven que sólo quiere escapar de su realidad mediante la inmersión en las redes sociales y virtuales. La protagonista se dirige a la cámara para hablar de lo difícil que es su vida; sus actitudes vinculadas a la apatía, el enojo y la pereza sólo muestran a una mujer con pocas (o nulas) ganas de salir adelante, pero que pretende en todo momento que el espectador sienta lástima o pena por su situación. Aunque resulta atractivo el uso de varios formatos y soportes –el dispositivo móvil y portátil se convierte en pieza clave que alude a las nociones de ‘multipantalla’ de Gilles Lipovetsky para explorar brevemente ese culto a lo hipervisual en la época actual–, el guión es endeble debido a que el filme se construye a partir de la selección del material recopilado y el arduo trabajo de edición de Miguel Schverdfinger.

LFG (@luisfer_crimi)

 

Todo lo demás

Dir. Natalia Almada, México, 2016.

★★★

Después de dirigir tres documentales (Al otro lado, 2005; El general, 2009; El velador, 2011), la realizadora mexicana, Natalia Almada, ofrece un largometraje de ficción en el que retrata la rutina monótona de Flor (Adriana Barraza), una mujer que trabaja para un organismo burocrático al que acuden las personas para tramitar la identificación de votante. Desde que se despierta hasta que se prepara para dormir, pasando por sus largos trayectos en el transporte subterráneo de la Ciudad de México, seguimos el día a día de esta señora, quien durante varios años se ha dedicado a atender a los ciudadanos que muchas veces se sienten indignados y frustrados cuando no pueden finalizar sus trámites por alguna anomalía o regla que no se cumplió, por ejemplo, llenar las solicitudes con un color de tinta diferente al azul. El uso de planos frontales permite una identificación inmediata con la protagonista y con su trabajo diario, mientras que los ademanes y las miradas de una convincente Adriana Barraza transmiten la manera en que ella percibe la cercanía con la vejez y el peso del tiempo sobre sus arrugas del rostro o las várices de las piernas. La cámara fija de Lorenzo Hagerman (Heli, 2013), los planos prolongados que propone Almada, el poco (o nulo) movimiento al interior del cuadro, la rigurosa puesta en escena y la austeridad narrativa son algunos de los elementos que integran esta puntual y detallada observación sobre cada una de las acciones del personaje. Aunque el ritmo aletargado con el que se desenvuelve el relato puede llegar a ser una barrera para identificarse plenamente con la soledad de Flor, Todo lo demás es el denso retrato de una mujer que vive en una especie de limbo; entumecida en la uniformidad y comprometida con las normas, pero que en el fondo anhela cualquier contacto humano que la ayude a renacer.

LFG (@luisfer_crimi)

 

Pacífico

Dir. Fernanda Romandía, México, 2016.

★★★

Ambientado en una playa de Puerto Escondido (Oaxaca), Pacífico (2016), primer largometraje de ficción de Fernanda Romandía (Flores en el desierto, 2009), se centra en las rutinas de tres personajes. Oriente (Ricardo Cruz) es un carpintero que admira la poesía y desea regresar a su pueblo natal, en Michoacán, para ver a su familia; Coral (Coral Flores) es una niña de 7 años que acaba de perder un preciado regalo de su padrino por culpa de una de sus compañeras de escuela; y Diego (Diego Flores), padrino de la pequeña y compañero del carpintero, es un albañil que por las noches trabaja en un centro nocturno como integrante de una banda musical. Sus rutinas cotidianas se cruzan no sólo en las reuniones que tienen en la playa, sino también en una obra en construcción, cuyo diseño responde a la actual Casa Wabi, obra arquitectónica del japonés Tadao Ando. El filme exhibe gran parte del proceso de levantamiento del recinto; el espectador aprecia las decenas de trabajadores que fueron contratados para construir un moderno edificio que posee las cualidades estilísticas de Ando (enfoque minimalista, sensibilidad a la luz, incorporación de elementos naturales), mismas que son reproducidas en el ámbito cinematográfico por Romandía. Además, la fotografía –que estuvo a cargo de tres cineastas, incluyendo la propia realizadora más Pedro González-Rubio (Alamar, 2009) y Joaquín del Paso (Maquinaria Panamericana, 2016)– captura con belleza y elegancia la modestia y tranquilidad de una bella costa arropada por el brillante sol y el límpido mar, y visualmente recurre a una paleta de colores vibrante e intensa que hace recordar, por momentos, la obra pictórica de Bosco Sodi –artista mexicano contemporáneo que hoy en día es responsable del funcionamiento de Casa Wabi–. La directora asume y ejecuta con honestidad e inteligencia que la ficción necesita una dosis de la realidad para ser convincente. Sin embargo, al recurrir a actores no profesionales que se interpretan a sí mismos, los personajes se muestran planos debido a la reducida gama de matices que emplean para transmitir emociones o solucionar los pequeños conflictos.

LFG (@luisfer_crimi)

 

La región salvaje

Dir. Amat Escalante, México/Dinamarca/Francia, 2016.

★★★★½

Alejandra (Ruth Ramos) vive en una pequeña localidad del estado de Guanajuato con su marido Ángel (Jesús Meza) y sus dos pequeños hijos. Una familia aparentemente normal con una vida tranquila. Pero detrás de la fachada, se ocultan la hipocresía, la insatisfacción y las relaciones secretas. El hermano de Alejandra, Fabián (Edén Villavicencio), trabaja en un hospital como enfermero y un día debe atender la grave herida de una misteriosa y fascinante joven llamada Verónica (Simone Bucio). Ella persuade a Fabián, y después a Alejandra, para que visite una cabaña aislada en el bosque donde habita un misterio, algo que no pertenece a este mundo –como sugiere la primera imagen de la película, la de un meteorito– que podría ser la solución a sus problemas. La introducción de una extraña criatura con ecos al body horror y la ciencia ficción de David Cronenberg y John Carpenter –pero que también recuerdan a la bestia de Andrzej Żuławski en Possession (1981) y al pulpo de El sueño de la esposa del pescador del artista japonés Hokusai– funciona para que Amat Escalante supere el riguroso y áspero realismo que había caracterizado sus filmes anteriores. Sin embargo, este elemento monstruoso no desentona y, por el contrario, funciona como una metáfora que acompaña magistralmente este nuevo viaje del director al interior de las zonas rurales y de la violencia que se vive en México, manifestando así un pleno interés en temas de carácter social. Dentro de esa ‘región salvaje’ se generan múltiples reflexiones en torno a la desigualdad social, la negación de la diversidad sexual, la discriminación, la homofobia, el abuso que se ejerce contra la mujer, la naturaleza del placer, la ambigüedad de los impulsos reprimidos, la forma en que el sexo manipula los deseos y las expectativas, incluso definiendo las identidades de los seres humanos. Al lado de Gibrán Portela (La jaula de oro, 2013; Güeros, 2014), el director construye un sólido guión para que los temas no se dispersen y las fuerzas se concentren y se desarrollen con paso firme en lo que resulta una exitosa muestra de ósmosis entre diferentes géneros (drama, suspenso, terror, ciencia ficción, denuncia social) para crear un poderoso simbolismo visual y conceptual.

LFG (@luisfer_crimi)

 

Zeus

Dir. Miguel Calderón, México, 2016.

★★★½

Joel (Daniel Saldaña) es un hombre de 33 años que desea tener tiempo para escribir su novela, pero en lugar de hacerlo prefiere salir de cacería en compañía de su fiel amigo, un halcón llamado Zeus. Además, él todavía vive con su madre (Ana Terán), una especialista en neurocirugía, con quien mantiene una relación aparentemente cordial. Sin embargo, los juegos de manipulación, egoísmo, sobreprotección e indiferencia entre madre e hijo salen a la luz cuando él comienza a interesarse en una mujer llamada Ilse (Diana Sedano). Después de desarrollar la mayor parte de su trabajo en los terrenos de la fotografía, la instalación y el video, Miguel Calderón –perteneciente a la generación de artistas visuales, incluyendo a Yoshua Okón y Artemio Narro, que fundó La Panadería (un espacio de arte alternativo instaurado en 1994 en la Ciudad de México, que se convirtió en uno de los protagonistas clave en el desarrollo de la escena del arte contemporáneo mexicano y su transición hacia un contexto más internacional)– incursiona en el cine con Zeus (2016), filme de ficción que sagazmente introduce el tema de la cetrería para desarrollar un relato donde los crueles mecanismos de supervivencia animal son equiparados a las agresivas y malsanas conductas que los seres humanos adoptan para vincularse entre ellos. Los encuadres muy marcados y los límites muy bien definidos de cada cuadro, incluso cuando la cámara está en movimiento, responden a la formación del realizador, pero también a la visión de los cinefotógrafos mexicanos, Matías Penachino (Halley, 2012; El placer es mío, 2015) y María Secco (Club sándwich, 2013; Te prometo anarquía, 2015), quienes configuran una sensación de intimidad siguiendo los pasos del protagonista y creando un par de atrayentes y perturbadoras imágenes oníricas donde la madre y el halcón se vinculan a partir del deseo y la muerte.

LFG (@luisfer_crimi)

 

Tenemos la carne

Dir. Emiliano Rocha Minter, México, 2016.

★★★½

Un enigmático hombre (Noé Hernández) vive en una casa amplia y vacía. Cuando dos hermanos errantes (María Evoli y Diego Gamaliel) llegan accidentalmente a la casa, el hombre los acepta con la condición de contribuir al desarrollo de una peculiar decoración para que las habitaciones y los pasillos se conviertan en una cueva. Paulatinamente, conforme el escenario se transforma para adquirir el aspecto de un inframundo, la iluminación y la banda sonora son menos realistas para que el espectador sea arrojado a un universo infernal donde la moral es aniquilada para tener la posibilidad de satisfacer los impulsos primitivos y salvajes del ser humano. El resultado es muy crudo y explícito (erecciones, eyaculaciones, primeros planos de genitales, orgías caníbales, incesto, necrofilia) y, a pesar de su toque provocador y bravucón, el director mexicano, Emiliano Rocha Minter,  confecciona un universo congruente con los códigos que ha establecido desde el principio: construir un espacio donde todas las fantasías oscuras sean posibles y mostrar a tres personajes que necesitan aislarse y vivir en un refugio donde pueden darle rienda suelta a sus locuras y distorsiones. El diseño de arte, las imágenes térmicas, una cámara que gira vertiginosamente para abordar todas las dimensiones y la creatividad visual de Rocha Minter hacen pensar en un sinnúmero de referencias procedentes del cine y la pintura –desde la fusión de erotismo y satanismo de La pesadilla del pintor suizo, Johann Heinrich Füssli; hasta la predilección por las luces neón de Dario Argento, Gaspar Noé y Nicolas Winding Refn, pasando por los rostros distorsionados de Francis Bacon y la controvertida pintura El origen del mundo de Gustave Courbet–. A pesar del enfoque oscuro, perverso y retorcido, Tenemos la carne no es tan apocalíptica como parece y es más una declaración que celebra la libertad y lucha contra los límites y las convenciones sociales.

LFG (@luisfer_crimi)

 

El sueño del Mara’akame

Dir. Federico Cecchetti, México, 2016.

★★★★

Nieri (Luciano Bautista Maxa) es un joven huichol que desea realizar un viaje a la Ciudad de México en compañía de su grupo musical –Peligro Sierreño– para poder participar en un concierto al lado de su banda preferida, Huichol Musical. Sin embargo, su padre (Antonio Parra Haka), el chamán y líder espiritual de la comunidad, es un hombre prudente y sereno que le prohíbe ser partícipe de cualquier movimiento de la modernidad. La tarea más importante es inculcarle a su hijo los ritos y tradiciones para que éste pueda convertirse en un Mara’akame, un cantador y sanador. El sueño del Mara’akame busca expandir la comprensión cultural y la conciencia social a través de un relato que se centra en el dilema de un joven: ¿de qué manera romper con los deseos de su padre? Al abordar la tensión que se genera cuando tradición y modernidad se confrontan, era muy fácil que el director y guionista Federico Cecchetti se sumergiera en el maniqueísmo para ejercer una serie de juicios desde el exterior, pero afortunadamente no lo hace así. El realizador se inmiscuye con honestidad y empatía en las dinámicas y en los espacios de la comunidad huichol para confeccionar un relato sobre cómo el choque cultural puede ser asumido desde una postura que posibilita una expansión y conformación más amplia de la cultura. Nieri es capaz de comprender que  no necesita negar sus orígenes para tener la ambición de ser un rockstar; sus jóvenes compañeros tienen una idea similar y emplean las nuevas tecnologías, YouTube por ejemplo, para difundir su trabajo. Cecchetti recurre a la ficción para abordar uno de los temas más enigmáticos del chamanismo: sobre cómo se cura a la gente a través de los sueños. Y en estas secuencias oníricas –donde el director entreteje algunos elementos de la psicología, la filosofía y la poesía de los sueños– se explora de manera elegante el sentido y la importancia de las leyendas, las danzas y los rituales dentro de una comunidad indígena.

LFG (@luisfer_crimi)

 

La caja vacía

Dir. Claudia Sainte-Luce, México/Francia, 2016.

★★★★

Jazmín (Claudia Sainte-Luce) es una joven que vive en la Ciudad de México. Aunque según ella se desempeña como community manager de algunos proyectos culturales y se dedica a escribir obras de teatro, en realidad sólo trabaja como mesera en una cafetería. Vive sola en un pequeño departamento, pero un día recibe una llamada para que acuda al auxilio de su padre Toussaint (Jimmy Jean-Louis), un hombre procedente de Haití a quien no ha visto desde hace algunos años. Aunque en un principio ella se muestra reacia a visitar al hombre que se encuentra hospitalizado, finalmente accede y así comienza a conocer al que sólo es un extraño para ella. Al ver la miseria y el aislamiento en el que vive Toussaint, Jazmín lo invita a vivir con ella para que ambos se acompañen en un trayecto que implica dolor, perdón y reconciliación. El personaje de Jazmín es atractivo y complejo de principio a fin; ella padece una profunda soledad que responde a una especie de exilio autoimpuesto y parece no importarle esta situación, pues se siente mucho más cómoda en la burbuja que ha construido recurriendo al sarcasmo como principal herramienta. A medida que avanza la película, la directora mexicana transita del estricto punto de vista de Jazmín para abordar los acontecimientos desde la perspectiva de Toussaint, quien se sumerge más profundamente en sus memorias, mientras Jazmín poco a poco lucha por salir de su caparazón de autoprotección. Al igual que lo demostró en Los insólitos peces gato (2013), Sainte-Luce ofrece una muestra más de su profunda sensibilidad para abordar las relaciones humanas, al mismo tiempo que desarrolla formas creativas para confeccionar imágenes casi pictóricas –fascinantes claroscuros con texturas viscerales– y transmitir las emociones y los pensamientos de los protagonistas. Con una cámara paciente y cadenciosa, la talentosa cinefotógrafa María Secco (La jaula de oro, 2013; Club sándwich, 2013) transita por los espacios más íntimos para ser testigos de los momentos privados e individuales de padre e hija. La directora recurre a la demencia vascular que padece Toussaint para recuperar y subrayar las experiencias del pasado de este anciano y tratarlo con mucho cuidado y comprensión, pero también para descifrar poco a poco los sentimientos más sinceros y recónditos de Jazmín, una mujer que irradia fuerza, soledad y una especie de vulnerabilidad inconsciente.

LFG (@luisfer_crimi)

 

 

El peluquero romántico

Dir. Iván Avila Dueñas, México, 2016.

★★★½

Víctor (Antonio Salinas) es un hombre de 38 años que trabaja como peluquero en su establecimiento ubicado en la Ciudad de México. Él tiene una rutina diaria que consiste en abrir su negocio y esperar que poco a poco lleguen los clientes, desde los traviesos niños que gritan hasta los adultos que eligen el futbol como tema para romper el silencio y comenzar una conversación. Aunque la muerte de su madre tambalea sus hábitos, Víctor no deja de dedicarle tiempo a sus grandes gustos y pasiones: la época de oro del cine mexicano y la antigua música romántica mexicana. Un día, precisamente en su peluquería, aparece un hombre que lo motiva a explorar nuevos territorios. Después de su reinterpretación del Génesis en Adán y Eva (Todavía) (2004) y su reflexión sobre existencias compartidas en el drama La sangre iluminada (2007), el realizador mexicano, Iván Ávila Dueñas, crea un personaje encantador que parece vivir en una burbuja de tiempo que no corresponde a las dinámicas de la posmodernidad. Y es precisamente por ese anacronismo que Víctor resulta tan entrañable; él es un caballero que no se avergüenza de su cortesía, un hombre que se distingue por su amabilidad y que no oculta su pasión por las películas en blanco y negro de Roberto Gavaldón y que canta con mucho orgullo los boleros de Armando Manzanero. El director retrata la pulcritud de los muebles, los espejos limpios, los tonos color pastel y la estética de la cultura popular mexicana para indagar sobre cuáles son las diferencias entre el cariño y la pasión. Aunque resultan atractivas las secuencias visuales que muestran los sueños y las proyecciones del protagonista, algunas de éstas devienen innecesarias ya que poco aportan a la complejidad del personaje. En última instancia El peluquero romántico le rinde un digno homenaje a uno de esos espacios que están en peligro de extinción, y rescata la figura de uno de esos “amantes a la antigua” de los que ya no abundan.

LFG (@luisfer_crimi)

 

3 mujeres (o despertando de mi sueño bosnio)

Dir. Sergio Flores Thorija, Bosnia-Herzegovina/México, 2016.

★★★★

Ivana (Ivana Vojinovic) es una joven que trabaja como cocinera en un modesto restaurante de Sarajevo. Después de su jornada laboral, ella llega a su casa para atender a su madre, una anciana enferma que tiene problemas para moverse, pero que olvida sus problemas gracias a las telenovelas mexicanas que le ofrecen historias esperanzadoras. Clara (Clara Casagrande) es una mujer brasileña que se ha mudado a la capital de Bosnia para estudiar Ciencias Políticas; ella necesita dinero para pagar la renta de su departamento y su colegiatura, por esa razón decide trabajar en un club nocturno. Marina (Marina Komsic) es una adolescente que entra en una etapa de tristeza y desilusión cuando se entera que su mejor amiga se mudará de Bosnia a Suecia. Dirigida por el cineasta mexicano, Sergio Flores Thorija, y filmada en la ciudad de Sarajevo, 3 mujeres es una película que se caracteriza por un riguroso realismo, una cuidadosa puesta en escena, planos fijos de larga duración, pocos cortes,  pocos desplazamientos de cámara,  el uso de la luz natural, el empleo de la música diegética y la participación de actrices no profesionales para trazar tres historias de vida donde se conjugan las esferas de lo social y lo existencial en un marco conservador e intolerante. Además de hacer referencia al enorme éxito que tienen las telenovelas en aquel país europeo, Flores Thorija, quien estudió en Film Factory –escuela fundada por el cineasta húngaro, Béla Tarr–, introduce sutil y eficazmente otros dos elementos pertenecientes a la cultura mexicana (Frida Kahlo y Los Ángeles Azules) en un contexto que sigue padeciendo los estragos de las guerras suscitadas en la década de 1990, donde, rompiendo con los exagerados tropos del melodrama, viven tres mujeres que no se asumen como víctimas de la sociedad y buscan ingeniosas maneras para superar sus conflictos.

LFG (@luisfer_crimi)

 

Lupe bajo el sol

Dir. Rodrigo Reyes, México/Estados Unidos, 2016.

★★½

La voz en off de una niña explica que su abuelo, Lupe (Daniel Muratalla), ha dejado México para irse a trabajar en una suntuosa casa de Estados Unidos. Sin embargo, pronto descubrimos que el protagonista en realidad se desempeña como recolector en una plantación de durazneros ubicada en el condado de Merced, California. Cuando comienza a sentir varios malestares, Lupe decide acudir al médico sólo para enterarse que padece presión alta y es propenso a la diabetes. Él no se somete a los tratamientos y busca la manera de regresar a México para morir en su tierra. Después de su documental Purgatorio: Viaje al corazón de la frontera  (2013), el realizador mexicano, Rodrigo Reyes, vuelve a explorar el tema de la migración desde la perspectiva del envejecimiento, la enfermedad y la cercanía de la muerte. El intenso deseo de volver a casa anula cualquier tipo de afecto que Lupe pudiera llegar a sentir por California; él es un tipo callado y reservado, pero esta cualidad es llevada al extremo al grado de no responder, incluso cuando es interpelado directamente. Por desgracia, esta cualidad del personaje crea una barrera y el espectador se ve imposibilitado de identificarse con Lupe, quien constantemente da la espalda para no ser visto y pasar desapercibido; así resulta difícil sentir empatía con el protagonista. Al recurrir a trabajadores agrícolas reales como actores y elaborar una sutil referencia al neorrealismo de El ladrón de bicicletas (Dir. Vittorio De Sica, 1948), Reyes ofrece una representación carente de sentimentalismos que hace a un lado los elementos habituales en este tipo de relatos (discriminación, racismo, deportación) para centrarse en la manera que los latinos se integran a la comunidad estadounidense, y aunque Lupe bajo el sol (2016) es un filme íntimo, carece de emociones y posee un desenlace poco convincente que no ofrece ningún tipo de catarsis.

LFG (@luisfer_crimi)

 

Las tinieblas

Dir. Daniel Castro Zimbrón, México, 2016.

★★★½

Argel (Aliocha Sotnikoff) vive en compañía de sus hermanos –Marcos (Fernando Álvarez Rebeil) y Luciana (Camila Robertson Glennie)– en una pequeña cabaña ubicada en un bosque aislado. El padre de familia (Brontis Jodorowsky) decide encerrarlos en el sótano para evitar que una bestia monstruosa que deambula por la zona los ataque. Sin embargo, cuando el mayor de los hermanos, Marcos, desaparece misteriosamente, Argel comienza a dudar sobre la existencia del monstruo del exterior para indagar en torno a los secretos que esconde la figura paterna sobreprotectora que habita con ellos. El cineasta mexicano, Daniel Castro Zimbrón (Táu, 2012), retoma las características del “año sin verano” –correspondiente a 1816, cuando se manifestaron irregularidades extremas en el clima produciendo la disminución de la temperatura en el hemisferio norte– y alude directamente al poema Oscuridad de Lord Byron para crear un cuento metafórico y sutilmente ambiguo que se desarrolla en una agobiante atmósfera de densas cenizas e intensa neblina, en un mundo donde el gris dominante hace hincapié en la dramática desolación que se apodera de los personajes. En la pantalla, Zimbrón logra configurar un misterio postapocalíptico que viaja por los aires y que atrapa la atención del espectador: ¿En qué consiste la amenaza? ¿Un asalto nuclear, una colisión cósmica, una catástrofe ambiental, un feroz monstruo? En medio de un bosque desolado y al interior de una oscura y claustrofóbica cabaña, el espectador es testigo de las luchas y sufrimientos de una familia que trata de excavar sobre los sueños del pasado y los miedos del futuro para tomar decisiones desgarradoras en donde destaca el personaje de Argel, un niño que demuestra su permanente lucha por mantener viva su propia humanidad en un contexto oscuro. Aunque hay una variedad de temas (la pérdida, la esperanza, la desesperación, la fe, la sospecha, la civilización y la bestialidad) y se plantea una pregunta de dimensiones metafísicas, casi teológicas (¿qué hay más allá de lo que nuestros ojos pueden ver?), el filme tiene la intención primordial de crear una enigmática atmósfera, donde a veces los caminos para resolver los misterios no son sugeridos de manera efectiva.

LFG (@luisfer_crimi)

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