Reseña, crítica Foxcatcher - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Foxcatcher
Foxcatcher
 
Estados Unidos
2014
 
Director:
Bennett Miller
 
Con:
Steve Carell, Channing Tatum, Mark Ruffalo, Sienna Miller, Vanessa Redgrave
 
Guión:
E. Max Frye, Dan Futterman
 
Fotografía:
Greig Fraser
 
Edición:
Jay Cassidy, Stuart Levy, Conor O'Neill
 
Música
Rob Simonsen
 
Duración:
134 min.
 

 
Foxcatcher
Publicado el 16 - Ene - 2015
 
 
  • Reseña: 'Foxcatcher' examina los aspectos sombríos del ser humano vinculados a la ambición, el poder del dinero, el éxito material, el trabajo arduo, la autoinvención, el enajenamiento, la egolatría, la humillación y la supremacía sobre el otro.  - ENFILME.COM
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por Luis Fernando Galván

Aquí puedes leer la verdadera historia detrás de Foxcatcher

*EnFilme Recomienda

En Foxcatcher (2014), su más reciente filme, el director estadounidense, Bennett Miller, recurre nuevamente a la estrategia empleada en sus dos películas anteriores, Capote (2005) y Moneyball (2011): elaborar una ficción a partir de una historia real. Sin embargo, en este, su tercer largometraje,  examina los aspectos sombríos del ser humano sumergiéndolos en un consistente pantano de ideas sobre la ambición, el poder del dinero, el éxito material, el trabajo arduo, la autoinvención, el enajenamiento, la egolatría, la humillación y la supremacía sobre el otro.

El guión, escrito por E. Max Fry y Dan Futterman, se desenvuelve principalmente a través de los ojos de Mark Schultz (Channing Tatum), un hombre dedicado a la lucha libre y ganador de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. Tres años después de su mayor logro, Mark pelea contra un maniquí, un objeto que parece una bolsa de boxeo antropomórfica, con la cabeza y los brazos regordetes. Esta hipnótica escena debido a la exótica coreografía, muestra también algo de cómico y patético en este hombre solitario y furioso.

Posteriormente, Mark imparte una plática a niños de primaria sobre el valor del esfuerzo y la importancia de conseguir los objetivos que uno se plantea. El medallista olímpico recibe apenas 20 dólares por su charla. Y así nos enteramos de que, además de luchar, Mark vive de los honorarios que recibe haciendo pequeñas actividades que puedan vincularse a su profesión. Come desesperadamente hamburguesas al interior de su automóvil, y sorbe fideos instantáneos en su viejo y desordenado apartamento de Wisconsin, pero eso sí, tiene un espacio repleto de trofeos y medallas. Mediante un efectivo trabajo de edición y montaje, a cargo de Jay Cassidy y Stuart Levy, y una actuación que enfatiza en miradas, posturas del cuerpo, formas de hablar, es decir, una verdadera y profunda apropiación, apreciamos la condición existencial de un personaje aislado y resentido, cuya tosquedad y crueldad –incluso hacia él mismo– son empleadas como pistas para desorientar a los espectadores, haciéndonos creer que estamos frente a un victimario. Su hermano mayor, Dave Schultz (Mark Ruffalo), es su entrenador y su único amigo; es un luchador más inteligente, carismático y exitoso, y se muestra como una figura cariñosa y protectora de su hermano menor. La compleja relación –debido a las insatisfacciones personales de Mark y una especie de resentimiento hacia Dave–, la intimidad, la rivalidad, la velocidad y la violencia del deporte que aman son capturados en una sesión de práctica prolongada entre los dos hermanos, al interior de un gimnasio vacío, que inicia como una sesión de calentamiento y estiramiento muscular, y termina con un derramamiento de sangre por un golpe en la cabeza aparentemente accidental. Hay una cercanía muy notoria que, con pequeños masajes, una especie de rito de consolación física ,pone en contacto a los musculosos cuerpos, y se acelera hasta volverse un juego de estrategia para dominar al otro en el marco de un ritual violento. Una mezcla de volátil bondad y enfado es lo que evidencia esa escena respecto a la relación de los hermanos.

Miller recurre a una fórmula efectista que consiste en emplear la música como señal de alerta, en ocasiones avisando a la audiencia sobre algún peligro que se aproxima, y en otras usándola como señuelo, consiguiendo crear una atmósfera de tensión, pero también suavizando el elemento de la sorpresa y  restándole contundencia a los sucesos trágicos. Como compensación, el director elabora un detallado y minucioso estudio de personajes basándose en  las actuaciones como estructura medular, más que recurriendo a los diálogos o incluso a los flashbacks.

Así como vemos la mayoría de los sucesos desde la perspectiva de Mark, también hay un escenario primordial donde se concentra gran parte de las acciones del filme. Foxcatcher Farm es la majestuosa finca ubicada en Pensilvania, de la familia du Pont, una mansión colosal –imitación de una casa de campo inglesa–, donde los cazadores a caballo en compañía de sus perros ‘beagle’ persiguen zorros a lo largo de los extensos campos verdes –un deporte practicado por la aristocracia–. A mediados de la década de los ochenta, fue el hogar de John du Pont. Steve Carell caracteriza e interpreta de forma soberbia al millonario, siempre rayando en la angustia y en lo absurdo, sin caricaturizarlo; el mérito del actor radica en la manera que conduce la transformación del personaje de la soberbia y el misterio hacia la inseguridad y locura de un hombre con deseos enfermos por demostrar algo que no es. Du Pont es un solitario, espinoso y arrogante que se asemeja a un niño mimado de mediana edad; es caprichoso y sabedor de su poder económico casi insuperable; su fortuna le brinda la seguridad necesaria para asumirse como superior ante los demás. Pero es también una decepción para su madre (una breve, pero exquisita participación de Vanessa Redgrave), y parece que su único logro será heredar su riqueza; acaso preservar el control de su imperio también. John se propone un objetivo personal: ser el entrenador del equipo de lucha olímpico de Estados Unidos y llevarlo al triunfo absoluto, el oro en los Juegos de Seúl de 1988 –claro, utilizando su vasto poder–. Lograrlo le ofrecería una esperanza y un sentido que necesitan los Estados Unidos. La exacerbación de su patriotismo –intenta convencerse a sí mismo– es el motor que lo mueve y desea contagiarlo a su país entero.

John, el plutócrata, se pone en contacto con Mark, el joven de la clase trabajadora, y rápidamente, rompe con su hosca personalidad. Mark se muestra asombrado y emocionado al ser llamado por du Pont (viaje en Primera Clase y luego en helicóptero hasta llegar al emporio): todo se trata de una invitación excéntrica para ser entrenado en Foxcatcher, y para que juntos se conviertan en los fundadores de la grandeza de la lucha libre norteamericana. Du Pont opta por Mark en lugar de Dave por el potencial del más joven; sabe que con su siniestra propuesta es más fácil atrapar al menor, quien ve la posibilidad de salir de la sombra de su hermano. Tener en sus manos a Mark representa, para John, el primer paso para persuadir a Dave y que éste, más talentoso, ecuánime y conocedor, se sume a las filas de Foxcatcher, una táctica que conlleva algunas complicaciones en el camino; John percibe una terrible sensación de identificación con Mark, y éste ve en el millonario una figura protectora y paterna, capaz de reconocerle el talento en todo su esplendor, sin que Dave lo opaque. Du Pont es el superpatriota confeso; considera la lucha libre como un llamado superior, y ve en el deporte una manera de restablecer la fuerza de Estados Unidos en el escenario mundial en los próximos juegos olímpicos. Él le otorga incipientes anhelos al joven luchador, y como espectadores podemos ver algo que Mark no: el hombre de pastosa y fina voz, con prominente nariz aguileña, es una figura imperial espeluznante. Habla con cadencia, y sus palabras y modales aparentemente inofensivos y pequeños condensan un discurso frío y aterrador.

En un principio, Dave se resiste a formar parte de la finca, pues él pretende aceptar una propuesta para mudarse a Colorado en compañía de su esposa, Nancy (Sienna Miller), y sus hijos. “No se puede comprar a Dave”, Mark le dice a un desconcertado du Pont. Pero en su mundo, y en este mundo, todo puede ser comprado. La relación de John y Mark es una especie de sube y baja; el entusiasmo y buen desempeño de Mark lo motivan a dar lo mejor de sí en el campo de batalla. 

En una secuencia que nos recuerda al Steve Carell comediante, du Pont introduce a Mark en el consumo de la cocaína, mientras la ridícula risa del millonario y su absurda repetición de las palabras “ornitólogo, filatelista, filántropo” producen miedo: en su helicóptero particular, acompañado de Mark, du Pont comienza a aspirar sus líneas y le pide al luchador que repase el texto que leerá en un evento social en Washington, con la crema y nata de la política estadounidense, resaltando los logros y cualidades esenciales de John. Aunque el discurso es elaborado por John, Mark fervientemente cree en él y lo lee alentado por la aparente bondad de John. El joven, no por su fortaleza física, sino por su vulnerabilidad emocional, es una presa fácil; pronto las drogas y el alcohol contribuyen a desorientarlo y su disciplina se escabulle paulatinamente hasta hacerlo perder el rumbo. Entonces, viendo a Mark cada vez más inmerso en su propio abismo, John se apresura a convencer a Dave de integrarse a Foxcatcher. Mark se vuelve un objeto inútil y de decoración que habita los alrededores de la lujosa mansión. El ascenso de Dave impulsa aún más el resentimiento y enojo del menor de los Schultz. Mark se muestra aún más distante, molesto y traicionado. Dave, por su parte, está enojado y humillado por tener que rendir pleitesía a su nuevo amo. Y du Pont se enfada al percatarse de que los dos hermanos –cuyos respetos ha intentado comprar– lo desprecian.

Aunque se trata de un guión efectivo que permite ver la evolución de las complejas y los feroces vínculos entre el trío durante un lapso de nueve años, el tiempo se detiene particularmente en un periodo de dos años, lo que permite analizar la dinámica entre los tres personajes, que propicia el escenario ideal para albergar el desastre que sucedió en 1996. Miller examina el tejido de las relaciones tóxicas de estos hombres competitivos basado en una enfermiza necesidad del otro, en la necesidad destructiva de tener a alguien más para odiarlo o decepcionarlo. Las actuaciones revelan gradualmente las capas perversas de ambición, locura, sexualidad reprimida y eventual violencia. Channing Tatum hace, hasta la fecha, el mejor trabajo de su carrera como el físicamente poderoso, pero emocionalmente vulnerable luchador olímpico; con su mandíbula prominente y el espesor de la frente que esconde sus pequeños ojos azules, es una descomunal presencia que se muestra dolorosamente atormentada, pero todos sus resentimientos y energía se manifiestan en su hábil y dinámico lenguaje corporal cuando entrena y lucha. Mark Ruffalo, como acostumbra, se apodera de su personaje a partir de los grandes recursos histriónicos que despliega, interpretando a un hombre astuto y modesto. La ternura que Dave le manifiesta a su hermano una y otra vez, incluso cuando Mark lo rechaza, es uno de los más notables gestos de la película. Y Steve Carell es irreconocible como el heredero multimillonario de la fortuna du Pont; su transformación física se basa en una prótesis de nariz, las cejas afeitadas y una sonrisa de abundantes encías que oscila entre lo ridículo y lo siniestro. Su rostro remite al de un pájaro antropomorfizado y, de hecho, él pide que se le llame “el Águila”; es un monstruo que inspira miedo y lástima.

Al igual que en Moneyball, Miller revela su ojo perspicaz y conocedor sobre las interacciones en los corporativos del deporte: los cuartos de entrenamiento, los gimnasios, los espacios al aire libre, las oficinas; todo muestra el prestigio deportivo en su máximo esplendor. Pero el mundo de Foxcatcher es un lugar profundamente solitario. La fotografía de Greig Fraser (Zero Dark Thirty, 2012; Killing Them Softly, 2012) es desaturada, descolorida, gris, fría y plana. Los gimnasios del centro deportivo y las habitaciones de hotel son impersonales, poco glamurosos, mientras que la mansión de Foxcatcher es amplia, costosa, exagerada en su decoración interior, rozando la vulgaridad.

El acto de la lucha libre es, por sí mismo, una competencia de desgaste físico, absorción y dominio sobre el otro. Una actividad física poco erótica, pero tan íntima como el baile. Se despliegan movimientos masculinos toscos y primitivos en coreografías violentas y poéticas al mismo tiempo. El filme revela la intimidad masculina física –no mediada por la guerra ni por el sexo– en una maraña de cuerpos, deseos, rivalidades y fraternidades. Hay varias alegorías de la violencia disfrazadas en pequeñas acciones, aparentemente inofensivas entre el “coach” du Pont y su equipo de jóvenes luchadores, todos ellos vestidos con la sudadera azul marino de “Foxcatcher Team”: hay palmaditas de ánimo que se rezagan con torpeza, prácticas nocturnas de lucha personal y una especie de represión sexual y de deseos sólo sugeridos, pero no expuestos de manera contundente. Los inquietantes ritmos vocales de du Pont y sus gestos –miradas perdidas hacia el horizonte cuando está molesto– resultan cada vez más turbios. Y sus arranques de ira, revelan a un demonio interior cada vez más dominante. 

Spoiler alert

La familia du Pont construyó una de las fortunas de más larga duración en la historia de Estados Unidos mediante la fabricación de pólvora, dinamita y plutonio durante la Guerra Civil Americana. El filme no ofrece explicaciones argumentadas sobre las resoluciones de John, pero sí un estudio cercano sobre su tormentosa psicología, paulatinamente trazando los ejes y las circunstancias que lo orillaron a la ejecución del crimen. Más allá de la noticia de impacto de 1996 referente al asesinato de Dave Schultz a manos de du Pont, el ojo compasivo y la inteligencia moral de Miller generan un pulso humano, trágico y desolador en una de las escenas finales, cuando Dave se arrastra por la nieve después de recibir los impactos de bala; todo ello, ante la mirada de su esposa.

Fin del spoiler

Los usos desmesurados del dinero deforman lo que está alrededor. John du Pont fue un ferviente filatelista; recolectó cantidades monumentales de sellos postales, conchas marinas y aves, así como armas y también, ¿por qué no?, luchadores olímpicos. Foxcatcher es uno de los ejemplos de la cinematografía norteamericana contemporánea que reconoce y examina sutilmente el sistema de clases de aquel país y la manera en que varios, los de arriba, se aprovechan de esas divisiones para consumar sus objetivos, y la manera en que ellos implosionan cuando no salen victoriosos. El filme de Miller muestra, de algún modo y junto a There Will Be Blood (Paul Thomas Anderson, 2007) y The Social Network (David Fincher, 2010), la caída hasta el abismo de la ética que impulsa la ambición desmedida de los hombres, que también mostró Orson Welles en su Citizen Kane (1941). Y, así como en The Wolf of Wall Street (Martin Scorsese, 2013), recalca la manera en que esa megalomanía de los ricos es alimentada por la ambición y los sueños ilusorios de los pobres. Foxcatcher es un drama elegíaco basado en una historia real, que exhibe con perspicacia la peligrosa brecha entre la locura y la riqueza: fanfarrones adinerados que buscan ser tratados como semidioses, fabricantes de armas que exaltan su patriotismo, musculosos deportistas (que encarnan los valores de la disciplina, el sacrificio y la constancia) rendidos frente a sueños de oro; las riñas entre el orgullo deportivo y los intereses corporativos. Es un filme sobre el perro tragándose al zorro que camina dócil hasta su mesa; sobre el terrible y colosal engendro formado de pequeños iguales, que ha crecido hasta alcanzar magnitudes insostenibles para todos.

 
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