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FICHA TÉCNICA
American Sniper
Francotirador
 
Estados Unidos
2014
 
Director:
Clint Eastwood
 
Con:
Bradley Cooper, Sienna Miller, Kyle Gallner, Keir O'Donnell
 
Guión:
Jason Hall
 
Fotografía:
Tom Stern
 
Edición:
Joel Cox, Gary Roach Duración:
132 min.
 

 
Francotirador
Publicado el 19 - Feb - 2015
 
 
  • Reseña: Gran parte del poder de 'American Sniper' se deriva de la claridad y sinceridad de las convicciones patrióticas en un escenario que conjuga el cine bélico y el western mostrando a un solitario pistolero que mira hacia abajo a su enemigo en un escenario polvoriento y sin ley. El tratamiento de Eastwood es eficaz, pero panfletario. El filme es una declaración política por sí misma; aunque el nombre de George W. Bush nunca se invoca, 'American Sniper' es una expresión de nostalgia de aquella visión maniquea de la política exterior emprendida por el expresidente.  - ENFILME.COM
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  • Reseña: Gran parte del poder de 'American Sniper' se deriva de la claridad y sinceridad de las convicciones patrióticas en un escenario que conjuga el cine bélico y el western mostrando a un solitario pistolero que mira hacia abajo a su enemigo en un escenario polvoriento y sin ley. El tratamiento de Eastwood es eficaz, pero panfletario. El filme es una declaración política por sí misma; aunque el nombre de George W. Bush nunca se invoca, 'American Sniper' es una expresión de nostalgia de aquella visión maniquea de la política exterior emprendida por el expresidente.  - ENFILME.COM
 
por Luis Fernando Galván

Clint Eastwood es un ferviente creyente y activista del estilo de vida estadounidense. En su cinematografía, el veterano realizador explota recurrente y abiertamente el american way of life, principalmente el exacerbado nacionalismo que pretende adherirse a los principios de libertad y justicia, según los propios términos e intereses de Estados Unidos. El modo preferido de Eastwood para representarlo es el western. Este género se ha convertido en la mitología norteamericana por excelencia pues ofrece a los estadounidenses una narrativa para recalcar su supuesto pasado de grandeza –así como la Ilíada lo hizo con los antiguos griegos–; para preservarla, debe existir el incesante deseo de expandirse y conquistar al otro, la constante presencia de armas y del héroe como un hombre que se ve forzado a quebrantar la ley. Con American Sniper (2014), Eastwood ha despertado una controversia sobre la visión maniquea e imperialista de la que está impregnada la película. A partir de su estreno mundial, a finales de diciembre del año pasado, surgieron opiniones encontradas respecto a la falta de voluntad del realizador para tratar directamente el tema de la ética de la guerra de Irak a pesar de que la usa como contexto para contar la historia de un francotirador del ejército. Algunos han querido ver, como el propio director lo expresó en una entrevista con The Hollywood Reporter, una película devastadora sobre la guerra en abstracto, una celebración de la habilidad de un guerrero y un lamento triste sobre su alienación y miseria. Aprovechándose del sentido polisémico de las manifestaciones culturales, Eastwood, perspicaz y tramposamente, pretende arropar su más reciente filme bajo la capa de la ambigüedad para confundir y hacer creer que se trata de un trabajo de doble filo. Las situaciones e imágenes son elaboradas con gran maestría para sumergir al espectador en una latente incertidumbre e inquietud respecto al sentido de su mensaje: seguir el tono patriótico explícito o inclinarse por una aparente actitud antibélica. Eastwood intencionalmente hace de su francotirador un héroe, por lo que también sobre él cae la responsabilidad de validar la violencia y de proponer un discurso a favor de la guerra. Los patriotas –aquellos defensores del filme, principalmente los republicanos como Sarah Palin o Newt Gingrich– se han encendido contra todo aquel que cuestione la heroicidad del protagonista. Salen en defensa del francotirador, de su país y de los ideales de libertad que representa Estados Unidos.

American Sniper se centra en Chris Kyle, interpretado con mucho rigor físico y psicológico por Bradley Cooper, un hombre conocido en la historia estadounidense como el francotirador más letal: fue responsable de por lo menos 160 muertes confirmadas en cuatro misiones a Irak ocurridas en un lapso de casi diez años (2003-2011). A este militar –perteneciente a los SEAL de la Armada de Estados Unidos– lo apodaron “La leyenda”. Él es una especie de Hércules americano, cuya presencia desde lo alto de un edificio abandonado brinda seguridad a sus compañeros que lo admiran y respetan. Entre cada una de las misiones, cuando Kyle regresa a casa, se dedica a brindar compañía a los veteranos de guerra que han perdido brazos y piernas. El filme no duda en mostrar la transformación de tirador supremo a sanador de almas de hombres heridos; su sola presencia en hospitales de veteranos ofrece el bálsamo de un héroe a la carne del maltrecho. Todas las culturas necesitan de sus héroes; hombres y mujeres de gran fuerza y habilidad que estén dispuestos a sacrificarse por un bien mayor. Kyle es el héroe moralmente ambiguo; es visto como un bien colosal para la comunidad que lucha contra un ente malvado e injusto. Especialmente, desde los ataques del 9/11, los estadounidenses quieren desesperadamente creer que existen protectores “morales” como Kyle que los puede salvar del “mal” que hay en el mundo.

Hay dos momentos particularmente reveladores de su personalidad al principio del filme cuando, cuando mediante flashbacks, vemos al protagonista de niño (Cole Konis). En primera instancia, al igual que muchos niños de las zonas rurales de Texas, Kyle creció practicando la caza y recuerda con cariño sus primeras armas; él posee un don especial que no debe ser desperdiciado. En el segundo momento, su padre (Ben Reed) le dice que hay tres tipos de personas: las ovejas, los lobos y los perros pastores, y que Chris es de los terceros, es decir, forma parte del grupo que debe garantizar que los depredadores no devoren a los inocentes. La doctrina del Destino Manifiesto está dada; la visión casi evangélica del frenético patriotismo de Kyle es trasladada al ámbito de la guerra. En el centro está una figura que cumple con el ideal del concepto de masculinidad que ha trabajado Eastwood a lo largo de su carrera: un guardián demoledor. El director, involucrándose en esta creación del mito contemporáneo, moldea un personaje que funciona como el protector necesariamente violento, obligado a tambalearse en los bordes de la moralidad para defender el bien común de los norteamericanos. Para construir a su patriota, Eastwood echa mano de los ataques terroristas en 1998 contra las embajadas de Estados Unidos en Nairobi (Kenia), y en Dar es Salaam (Tanzania) como el momento de inspiración para que Kyle decide alistarse en el ejército, y su decisión es ratificada con el rostro de tristeza y furia al ver el colapso de las Torres Gemelas en 2001. Kyle ve el mundo en términos claramente demarcados por el bien y el mal, y American Sniper sugiere que esta distinción extrema es la clave tanto para su éxito como para su supervivencia; en el campo de batalla, dudar significa morir. 

Ya sea en una azotea en Ramadi o en Sadér, Kyle se muestra metódico e imperturbable y, aunque los disparos sean de largas distancias, rara vez se equivoca. Él asesina a los  insurgentes iraquíes, a los miembros de Al Qaeda, y cuando lo considera necesario también puede dispararle a civiles inocentes. Las escenas de combate en Irak son presentadas con un rigor y realismo descarnado donde la confluencia de sonido e imagen resulta visceralmente evocadora y perturbadora, y que sólo flaquea en breves momentos cuando se recurre a los CGI (imágenes generadas por computadora). La estrategia de Eastwood es permitir que el espectador caiga directamente en la acción; el director recurre a un atractivo, envolvente e inquietante método; al igual que Alfred Hitchcock en Rear Window (1954) y Michael Powell en Peeping Tom (1960), Eastwood coloca nuestro ojo dentro de la lente de la cámara, y nos permite mirar el objetivo en primer plano tal y como Kyle lo observa. Pero hay un grado de perversidad en ello; Eastwood de manera punzante y crítica nos apela para, de algún modo, preguntarnos: “Te gusta ver esto, ¿verdad?”. Eastwood también filma con una frialdad extrema: no duda en mostrar la manera en que uno de los miembros de Al Qaeda utiliza un taladro para penetrar la pierna de un niño, o un disparo directo a la cabeza de un soldado estadounidense y las consecuencias que esto conlleva en el nervio óptico del moribundo.

Kyle tiene el aplomo fresco, perspicacia analítica y atención a los detalles de un gran atleta y de un psicópata consumado. Él es un técnico superior, una máquina de matar perfecta, que ama su profesión; realiza su trabajo con una precisión escalofriante. Pero también, está obsesionado con la idea de no poder salvar a todos sus compañeros de combate que día a día caen. Es un hombre que se siente más vivo en las garras de la muerte, y aunque es cariñoso con su esposa (Sienna Miller) e hijos, resulta inútil que se sienta tranquilo, cómodo y relajado en Texas, su hogar. Kyle está mucho más comprometido con su misión que con su familia; al principio del filme hay rasgos de esto cuando sin sentimiento alguno abandona a una novia para irse a una práctica muy americana: el rodeo. Da la impresión que Kyle es el perro pastor que sufre la culpa de distanciarse de su rebaño. Él es un adicto a la guerra, aunque debido a su actitud fría, serena y calculadora, no lo expresa con emoción o con gritos eufóricos, siempre se mantiene al margen de una celebración. Y, por momentos, el personaje posee la ambivalencia conflictiva que ha aparecido en más de una ocasión en la obra de Eastwood –quizá Unforgiven (1992) sea el mejor ejemplo de ello– en la que el acto de matar angustia al asesino. Esto sólo sirve para tratar de convencer al espectador de que las acciones del héroe son las correctas, aún cuando el verdadero Kyle describió en su libro de memorias del que tomó bastante la película, American Sniper: The Autobiography of the Most Lethal Sniper in U.S. Military History, el asesinato como su mayor diversión. Bradley Cooper ofrece un rendimiento eficiente en el papel de Chris Kyle. Su enfoque discreto para el personaje carece de sensacionalismo o afectación melodramática, y Cooper logra darle significado, impacto emotivo y autenticidad a un hombre traumado con la guerra.

Por cuestiones éticas y morales, un francotirador no debería ser dibujado con un halo de santidad. La guerra y la lucha contra el terrorismo son los pretextos empleados para justificar la figura del francotirador como un salvador de sus compañeros que realizan peligrosas misiones a ras de suelo. Pensemos en un pistolero solitario que desde lo alto de un edificio le apunta a un objetivo civil: Lee Harvey Oswald –que se enroló en los Marines en 1956 y asesinó al presidente John F. Kennedy– o Charles Joseph Whitman –el exmarine y estudiante de la Universidad de Texas que mató a 15 personas e hirió a otras 30 en 1966–. En la guerra, un francotirador puede ser el protector los vulnerables; pero si está del otro lado, entonces es un terrorista –como el francotirador Scorpio, el antagonista de Dirty Harry (1971) que, precisamente, comete un asesinato desde lo alto de un edificio–. De esta manera tan simplista funciona la lógica americana. Otro momento que lo prueba es cuando después del nacimiento de su primer hijo, Kyle, sentado frente al televisor, observa videos caseros de procedencia iraquí que muestran cómo uno de los francotiradores enemigos le rompe la pierna a un soldado estadounidense con un disparo certero. La escena muestra mucha crueldad y busca aturdirnos como espectadores, e incluso convencernos de lo perversos que son los miembros de Al Qaeda. Pero cuando Kyle hace un disparo de 1700 metros; ahí recurre a la ralentización para que no perdamos detalle del trayecto de la bala –que también llega a ser mostrada en primer plano–. El decoro y artilugio con el que Eastwood fabrica la escena consiste en colocar una barrera frente al espectador para que esa violencia ya no nos resulte sádica y despiadada como la anterior, sino digna de ser aplaudida por su finura técnica y detallada construcción. Es decir, la violencia en contra de los estadounidenses es real; la que ellos infligen es un espectáculo.

En su libro de memorias, el verdadero Kyle afirmó que fue contratado por la empresa de seguridad Blackwater para dispararle a los saqueadores en el Superdomo de Nueva Orleans después del huracán Katrina; que mató a dos asaltantes y que la policía de Texas no lo arrestó porque sabían que era militar; y que, en un bar, peleó contra el exluchador y exgobernador de Minnesota, Jesse Ventura (posteriormente, este último ganó una demanda por difamación contra Kyle). La veracidad o fabricación de estas anécdotas forma parte de un currículum que Kyle quería crear para dar una imagen poderosa de él mismo, y por supuesto, con la intención de que muchos pensaran que todo aquello es cierto. Todas esas “indiscreciones” fueron evadidas en la película; claramente complicarían la narrativa de un santo, del patrón de los soldados en peligro en tierras extranjeras. Así, American Sniper sólo imprime parte de la leyenda, de la figura heroica que necesitan los americanos. Kyle es un héroe de guerra con ecos de Sergeant York (Dir. Howard Hawks, 1941) –sobre el pacifista rural que se unió a la guerra y ganó la Medalla de Honor por haber matado a 28 alemanes y capturando a otros 132 en una redada durante la Primera Guerra Mundial)–, y del sargento William James (Jeremy Renner) en The Hurt Locker (Dir. Kathryn Bigelow, 2008) –aquel especialista en desactivar bombas con una despreocupada indiferencia por su seguridad–.

A diferencia de American Sniper, en Flags of Our Fathers (2006), el director no utilizó el episodio bélico para reforzar el neoconservadurismo existente en la época de George W. Bush. Con aquel filme –complementado con Letters From Iwo Jima (2006)– Eastwood lanzó un alto contra las falsas heroicidades con las que aquellos soldados fueron presentados en casa. Eastwood deconstruyó la famosa fotografía de Joe Rosenthal (aquella que muestra a seis marines norteamericanos clavando la bandera de Estados Unidos en la cima del monte Suribachi, en la isla japonesa de Iwo Jima) para dignificar a los hombres mostrando su drama personal al enterarse que fueron usados como instrumento propagandístico para conseguir fondos que permitieran seguir sufragando los gastos de la guerra. No es una crítica destructiva hacia los soldados, sino una punzante observación sobre la manera en que las autoridades manipulan a sus soldados para luego crear la imagen de un grupo de héroes. Los hombres que matan y mueren por una nación pueden ser utilizados como símbolos que permiten que la guerra siga siendo vendida a los ciudadanos como una estrategia para defender intereses de los que quizá jamás se percatarán.

American Sniper es un filme que la mayor parte del tiempo no se desarrolla en Estados Unidos. Kyle es una especie de Harry Callahan, pero en el extranjero. Él es mostrado como un defensor, pero en realidad es un intruso. Los iraquíes son reducidos a animales salvajes y asesinos descarnados que se burlan de la muerte del otro, pero desde su visión, ellos deben haber pensado que las tropas estadounidenses fueron una fuerza invasora hostil, así como los indios nativos americanos miraron a los soldados y colonos en el Viejo Oeste. La película ignora y deshonra a las decenas de miles de iraquíes que lucharon junto a las fuerzas estadounidenses y también a los miles de civiles inocentes que fueron asesinados o heridos en el fuego cruzado. La venganza como medio idóneo –o a veces única vía– para conseguir la justicia en un mundo decadente continúa presente en la filmografía de Eastwood. En su universo, la existencia del mal está dada desde el principio, y la violencia es considerada una necesidad moral para combatirlo. Esta postura, como enfoque ético o principio político, tiene peligrosas consecuencias, pero el director sólo parece estar interesado en la simple premisa de una lucha a muerte de los buenos contra los malos sin complejizar lo que ocurre en medio de estos dos extremos. Gran parte del poder de American Sniper se deriva de la claridad y sinceridad de las convicciones patrióticas en un escenario que conjuga el cine bélico y el western mostrando a un solitario pistolero que mira hacia abajo a su enemigo en un escenario polvoriento y sin ley. El tratamiento de Eastwood es eficaz, pero panfletario. El filme es una declaración política por sí misma; aunque el nombre de George W. Bush nunca se invoca, American Sniper es una expresión de nostalgia de aquella visión maniquea de la política exterior emprendida por el expresidente. Y también puede ser visto como la defensa de la tradición occidental de Hollywood de convertir acontecimientos históricos y personajes complejos en simples fábulas de héroes, sin mostrar una nueva y aguda comprensión de la verdad, la justicia y la humanidad.

 
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