Por Rita di Santo
Del 12 al 25 de mayo, 2010. Cannes.
La aventura del héroe inglés que roba a los pobres para dar a los ricos, Robin Hood (2010), abrió el festival. A la alfombra roja llegó el protagonista, Russell Crowe, bello como siempre, con los kilos de más que acumuló específicamente para el papel, acompañado por la elegante Cate Blanchett, la Lady Marion del filme. Una pareja perfecta para la mítica historia.
Ridley Scott, igual que en Gladiador, reproduce aquí con perfección los movimientos y estrategias de las batallas medievales. La historia, de dos horas y diez minutos, pasa en un segundo, sustentada por las actuaciones de Crowe y Blanchett, así como de un cast sólido en el que destacan las participaciones de Max von Sydow y William Hurt.
En competencia
Las aventuras de Robin Hood crearon el clima ideal para abrir la competencia del festival, en la que se presentarian alrededor de una veintena de largometrajes que hablan sobre injusticias sociales y sentimientos modernos, amores verdaderos y amantes, padres e hijos, abuelos y nietos.
Partimos con el esperado estreno de Biutiful (2010), de Alejandro González Iñárritu, quien esta vez se ha hecho cargo del guión sin la ayuda de Guillermo Arriaga. El protagonista de la historia es un padre devoto que, enfermo de cáncer, se apresura a encontrar el lugar óptimo para dejar encargados a sus hijos. Javier Bardem es capaz de representar perfectamente al pequeño héroe moderno. En el filme, ambientado en Barcelona, se observa a los marginados, sin velos ni falsedad, en un viaje al infierno sin precedentes, en una atmósfera casi religiosa que conduce al descubrimiento de la verdadera humanidad. Todo el público quedó encantado con la presentación de esta cinta, que hasta el final fue una de las favoritas para llevarse la Palma de Oro.
Nuevamente con la figura paterna al centro del relato, se presentó la cinta Chongqing Blues (2010) del director chino Wang Xiaoshuai, donde el personaje principal se entera de la muerte de su hijo, de 25 años. La película trata sobre la incomunicación entre padre e hijo y muestra dos mundos que no se encuentran. Pero la familia también puede vivir en perfecta armonía, como vimos en Another Year (2010), del británico Mike Leigh. Otro filme espléndido dentro de la competencia, magnífico para ver y volver a ver en todas las escuelas de cine, con un guión perfecto que mezcla la historia de cada personaje con gran equilibrio, con un mensaje que emerge claramente desde las profundidades de la historia. Apreciado de manera unánime, también era otro de los grandes favoritos para el máximo galardón del festival.
En Turnée (2010), del francés Mathieu Amalric, un productor teatral lleva de gira a un grupo de bailarinas de striptease y logra así un grandioso retorno a los escenarios. Una historia que trata sobre la imperiosa necesidad de ser amados. Amalric se inventa en esta cinta una direción alegre y colorida, y nos recuerda las aventuras familiares del también actor y director neoyorquino John Cassavetes.
Interesante el largometraje del sudcoreano Im Sang-soo, The Housemaid (2010), donde con gran estilo cuenta la historia de una joven empleada doméstica, dependiente de una familia rica. Por su parte, La princesse de Montpensier (2010) del gran Bertrand Tavernier, quien trabajó muy bien la reconstrucción de la Francia a mediados de 1500, mezca las intrigas de la corte, los juegos políticos y los amores secretos y desesperados. Desde el lejanísimo Chad, llegó Un homme qui crie (2010), de Mahamat-Saleh Haroun, donde vemos a un padre con sentimiento de culpa por haber mandado a su hijo a la guerra. Película sincera, con una estructura primitiva, que juega con paisajes y primeros planos.
Los premios
La Palma de Oro fue otorgada a la tailandesa Uncle Boonme Who Can Recall His Past Lives (2010) de Apichatpong Weerasethakul. El relativamente joven tailandés ya estaba en la mira de la comunidad internacional gracias cintas previas, retadoras y mágicas a la vez, como Mysterious Object at Noon (2000), Tropical Malady (2004) y especialmente por Syndromes and a Century (2006). Regida por una lógica de ensueño más que por una gramática cinematográfica convencional, la obra más reciente del cineasta —educado en Chicago— triunfó en Cannes y esto fue visto por muchos como una feliz victoria para la modestia y la integridad artística.
México también obtuvo un importante reconocimiento con el premio al mejor actor, otorgado a Javier Bardem por su participación en Biutiful —a la par con el italiano Elio Germano por su actuación en La Nostra Vita (2010), dirigida por Daniele Luchetti. El premio resulta importante para la cinta de Iñárritu, que ha sido bien recibida en estos días y que llegará pronto a las salas mexicanas. Para muchos, este filme ameritaba más premios. En la ceremonia de premiación, el galardonado actor español, después de saludar en perfecto francés (“Bonsoir, merci beaucoup”), dijo que el premio no hubiera existido de no haber sido por “el extraordinario filme dirigido por Alejandro González Iñárritu”. Enseguida, el actor agradeció a su familia: a Pilar, su madre, y a Penélope Cruz, que cuando escuchó que la llamaba “mi compañera, mi amiga, mi amor”, soltó el llanto.
El africano Mahamat-Saleh Haroun resultó merecedor del premio del jurado y, en sus palabras de agradecimiento, recordó que en el Chad no es fácil hacer cine: “Vengo de un país donde el deserto reina, he aprendido a filmar usando las pequeñas y pobres cosas que tenemos a disposición”. Mathieu Amalric se llevó el premio al mejor director por Tournée y, por su parte, la cinta Des hommes et des dieux de Xavier Beauvois se alzó con el Gran premio del jurado. La eterna Juliette Binoche fue la mejor actriz, reconocida por su trabajo en Copie conforme (2010) del iraní Abbas Kiarostami. El premio al mejor guión lo ha merecido Lee Chang-dong por Poetry (2010), la historia de una abuela que debe confrontarse con el horror y la violencia, luego de que su nieto de diecisiete años y sus amigos de escuela han matado a una compañera. La sorpresa del festival, el gran ausente en el podio, fue Mike Leigh, quien salió de Cannes con las manos vacías. Ya será, tal vez, another year...
Fuera de concurso
El festival este año ha demostrado una enorme coherencia sobre todo por las secciones paralelas. Pensando en la cinta de apertura, ¿quién sería hoy Robin Hood? Probablemente un hombre que tiraría flechas a Wall Street. Justo como ha hecho Oliver Stone en Cannes con su película Wall Street: Money Never Sleeps (2010). Desde el primer Wall Street que el director hizo en 1987, ahora ha regresado con Gordon Gekko (en ambas ocasiones interpretado por Michael Douglas) para hablar sobre los problemas en estas oficinas durante el gobierno de Bush. Una sátira política inteligente.
Otro director anticapitalista que ha encantado con su cine y poesía, Jean-Luc Godard, a la venerable edad de ochenta años regresa en gran forma con Film socialisme (2010), un milagro verdadero que viaja por Europa. También con canas, pero igualmente saludable, se presentó Woody Allen con You Will Meet a Tall Dark Stranger (2010), cinta nuevamente ambientada en Londres, que cuenta los secretos escondidos debajo de la fachada de los ingleses de hoy. Una comedia que hace bien a todas las edades y que alegra como siempre.
México en Francia
Esta edición seguramente será recordada como una ocasión especial por la notoriedad que obtuvo el cine mexicano, presente en los grandes círculos del cine mundial. Para comenzar, el joven actor Gael García Bernal fue presidente del jurado de la Cámara de Oro. Junto con el puertorriqueño Benicio del Toro, el tapatío fue de los más fotografiados durante el encuentro.
La presencia del cine mexicano se ha hecho sentir en las salas, con numerosas proyecciones que suscitaron curiosidad y entusiasmo. Después de Biutiful, siguió la presentación de Abel (2010), el primer largometraje de ficción dirigido por Diego Luna, una parábola cómica de una familia particular. Abel, un niño con trazas de autismo, regresa a casa —sostenida solamente por la madre— después de haber estado internado en un hospital. Una mañana, comienza a hablar pretendiendo ser el padre de familia, hasta que ese padre ausente regresa. Un esfuerzo considerable para un director que, con poco dinero, crea un equilibrio entre la inocencia del niño y la severidad de las circunstancias; una buena metáfora que se ganó a la audiencia.
Una de las sorpresas más esperadas era Revolución, creada en conjunto por diez directores mexicanos para conmemorar el centenario del movimiento armado. Subdividido en diez episodios, es un gran y raro trabajo, uno de los mejores de dirección colectiva. Los mejores momentos se presentan al comienzo, con la intervención de Fernando Eimbcke en blanco y negro, que crea una metáfora política inteligente, y al final, en el que Rodrigo García cierra con un giro seductor y colorido que ofrece una reflexión importante. Al centro cabe destacar también los episodios de García Bernal (Lucio) y This is My Kingdom de Carlos Reygadas.
En la Quincena de los Realizadores se presentó el mexicano Jorge Michel Grau con Somos lo que hay (2010), que cuenta la historia extrema de un hombre que muere, abandonando a su mujer con tres hijos. La familia está triste no sólo por el dolor de la pérdida sino porque ahora tendrán que encontrar un nuevo modo para sobrevivir. Son caníbales y se nutrían con lo que el padre llevaba a la casa. Ahora que él falta, el hijo mayor debería encargarse de dichas funciones, pero no parece apto para la tarea. Una historia que dividió a la crítica.
También sugestivo, el largometraje Año Bisiesto (2010) del nacionalizado mexicano Michael Rowe cuenta la historia de una periodista, Laura, de 25 años, quien se enamora de Arturo. Una película llena de pasión y sentimiento.
Y así, se izaron nuevamente las velas y cayó el telón. Habrá que esperar otros doce meses para el siguiente banquete.