Donnie Creed (Michael B. Jordan) acaba de ganar el cinturón de peso pesado, consolidando su carrera ascendente como boxeador, no sólo continuando con el legado de su padre, Apollo Creed, sino también conformándose como una potencia propia. Al regresar a su hogar, Donnie se casa con Bianca (Tessa Thompson) y decide seguir su consejo y mudarse a Los Ángeles. Mientras el hombre trata de concentrarse en los cambios importantes de la vida y en el futuro, Ivan Drago (Dolph Lundgren) emerge de Ucrania con su competitivo hijo, Viktor (Florian Munteanu), buscando por todos los medios una pelea contra Donnie, a pesar de los pésimos promotores que los rodean. La planeación del combate es arropada por un halo de venganza después de que Ivan y Apollo sostuvieron una feroz lucha hace treinta años. Como entrenador y consejero, Rocky (Sylvester Stallone) no quiere tener nada que ver en este duelo, dejando a Donnie solo lidiando con su propio ego mientras el joven boxeador intenta reescribir la historia, enfrentándose a un poderoso oponente que fue criado para obtener la gloria absoluta.
Hace tres años se manifestó muy poco entusiasmo con Creed (2015); parecía una producción tan innecesaria, aparentemente creada para exprimir un poco más de dinero de la franquicia de Rocky, incluso contando con la participación de Sylvester Stallone para repetir a su personaje más famoso. Pero una vez estrenada, la película resultó ser una muy agradable sorpresa para la crítica y el público, en gran medida gracias a la seriedad con la que el director Ryan Coogler elaboró un nuevo capítulo -significativo y emocionante- en la popular franquicia. Ahora, el cineasta Steven Caple Jr. -responsable de Creed II (2018)-, aunque recurre a la repetición, encuentra maneras ingeniosas para que una trama, que podría sonar ridícula, resulte convincente y salga triunfante. Creed II no oculta el regreso de Ivan Drago, por lo que la reaparición del villano de Rocky IV es una prioridad para esta secuela, presentando al personaje como un hombre deshonrado, trabajando con Viktor para convertirse en el mejor boxeador de Ucrania, observando a su hijo destruir a los oponentes en el sombrío circuito deportivo. Viktor es una máquina brutal y salvaje, construido como un tanque y alimentado por toda una vida de trabajos forzados y decepciones, aún con problemas de abandono después de que su madre, Ludmila (Brigitte Nielsen), lo dejó hace mucho tiempo. Por su parte, la relación entre Rocky y Donnie sigue siendo cálida, pero el guion opta por quebrantar el dúo, y Rocky se niega a entrenar al joven para su lucha contra Viktor, consciente de que el combate no se trata de boxeo y competencia deportiva sino de asuntos personales pendientes. Y es ahí donde el filme profundiza, no sólo en el creciente deterioro del héroe, sino en la comprensión cada vez mayor de Rocky y su papel como mentor y guía. Es una película basada en clichés, y los porta con orgullo, sin reinventarlos, pero repitiéndolos eficazmente. Cada momento parece tomado directamente del libro de jugadas del drama boxístico: el ascenso y la caída (tanto en sentido figurado como literal). Es por eso que es una pena que los Dragos paulatinamente sean relegados a un lado. Sabemos de la redención compartida de Creed y Rocky, así que ver a Ivan luchando con su pasado y a Viktor lidiando con los pecados de su padre se siente como algo que necesita ser explorado más a fondo. Al igual que su antecesor, las peleas están impecablemente coreografiadas. Caple Jr. filma de cerca, mostrando cada golpe en toda su brutalidad, y por supuesto, el rendimiento físico de Michael B. Jordan está fenomenal como siempre.
Fecha de estreno en México: 1 de enero, 2019.