Ambientado en un futuro no muy lejano, como lo demuestra la avanzada tecnología informática utilizada al principio del relato, Mathieu (Romain Duris) regresa a su casa en París después de un viaje de negocios en Canadá. Al llegar, se revela que su hija preadolescente Sarah (Fantine Harduin) sufre de Stimberger, una enfermedad autoinmune que requiere que se la ponga en cuarentena en una cápsula de vidrio con filtro de aire. Estar atrapada en una burbuja puede ser extremadamente aburrido, pero Sarah rompe la monotonía al mantenerse en contacto con sus padres usando walkie-talkies y relacionándose con otros niños diagnosticados con el chat de video de Stimberger. Al poco tiempo, París es invadida por una curiosa y extraña niebla mortal que diezma a casi dos tercios de la población local. Atrapados, Mathieu y Anna (Olga Kurylenko) se refugian en el último piso de su edificio dejando su apartamento unos pisos más abajo, y también a su hija. Si ella sale de su cárcel de cristal, la muerte está asegurada. Y es esta pequeña burbuja la que monopoliza toda la atención. Mientras la bruma envuelve todo el edificio y gana terreno a medida que pasa el tiempo, Mathieu y Anna intentan mantener la burbuja alimentada por las baterías de repuesto con la intención de que su hija siga intacta.

Mathieu es el tipo que personaje que no defrauda, ​​ni siquiera se deja intimidar. Sus decisiones, motivadas por el bienestar de su hija, suelen ser suicidas, pero comprensibles. A fuerza de escalar los techos de París con su máscara de oxígeno, parece correr hacia el vacío, asumiendo riesgos imprudentes y deseando a toda costa acercarse a su hija. Sin embargo, más allá de ver a un intrépido personaje, Desastre en París (Dans la brume, 2018) no tiene mucho que ofrecer como película de desastres naturales. La mecánica de la película se basa en dos ruedas que tienen problemas de sincronía, evidenciando las dificultades del director Daniel Roby para tejer hábilmente lo íntimo y lo espectacular. Por un lado, el misterio del origen de esta neblina tóxica; por el otro, la lucha de dos padres contra la cuenta regresiva puesta en marcha para salvar la vida de su hija. Al principio, Roby tiene un enfoque nítido en temas vinculados a la protección de la familia, pero más que preocuparse por ellos parece divertirse al colocarlos en constantes secuencias desordenadas y peligrosas. Los pasajes devienen repetitivos, con un alto número de escenas que se basan en la tensión de los personajes que corren a través de la niebla sin tanques de oxígeno y son desafiados a contener su respiración.

Fecha de estreno en México: 24 de mayo, 2019.

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