Amy (Mila Kunis) intenta, como la mayoría, ser la madre perfecta. Pero si nunca ha sido fácil conseguirlo (acaso es imposible), menos hoy en día con las exigencias que la vida contemporánea presenta a las mujeres. Amy es ejecutiva de una exitosa compañía de café dirigida por un jovencito hipster, debe llevar a sus hijos al colegio y a todas sus actividades extracurriculares, cuidar del bienestar del perro, además, hacer labores del hogar y, sí, también ser buena esposa; y serlo de Mike (David Walton), un tipo a quien las finanzas le sonríen, pero que es anodino, holgazán, patán y que, Amy descubre, practica el sexo virtual con otra dama, con la que lleva meses de relación ciberrománticasexual. Los días de Amy, todos, son la expresión máxima de la noción de stress, y nadie aprecia sus esfuerzos. Por si todo esto fuera poco, tiene que soportar los embates de un trío de arpías que vigilan todos los movimientos de lo que ocurre en la escuela de sus hijos, lideradas por Gwendolyn (Christina Applegate), una mujer severa, implacable y rencorosa (ojeta), que preside la Junta de Padres de Familia, y que detesta a Amy. Su matrimonio se resquebraja, la despiden del trabajo, sus hijos no la respetan, las presiones del colegio la asfixian y le resulta inaguantable no tener margen de error en ninguno de los rubros de su vida. La crisis estalla. ¿La solución? Ser una mala madre. La mamá golfa -que quiere tirarse a todos los papás de los niños de la escuela, y a todo el que se deje- (Kathryn Hahn) y la mamá sumisa -sometida a un esposo tiránico (Kristen Bell), bien balanceaditas, se convierten en su séquito. Que hasta el ‘viudo atractivo’ (Jay Hernandez) de los padres del colegio de sus hijos se percate de su radical y súbita transformación es señal inequívoca de que Amy va por el buen camino. ¿Será la posibilidad de revitalizar su vida sexual el disparador que la ayude a salir del remolino en que está convertida su vida, el símbolo de su empoderamiento?
Sigue resultando extraño pensar en Mila Kunis como actriz cómica, y no nos falta razón. Su rango actoral no parece dar para tanto (aunque en Ted no lo hizo mal), y la forma en que la dirigieron en El club de las madres rebeldes no añadirá prestigio a su carrera. Le falta timing de comicidad, por ejemplo; para el caso, casi nada. No la tenía fácil, es cierto también. Caminar por cumbres borrascosas, plagadas de clichés, chistes bobos y la simplificación de problemas complejos es misión casi imposible. Porque le película, dirigida por John Lucas y Scott Moore (escritores de The Hangover) intenta hablar del rol de la mujer contemporánea, de la relación de pareja, las nuevas tecnologías, los jóvenes exitosos profesionalmente pero inmaduros emocionalmente, las nuevas dinámicas en la educación de los hijos, la sublevación contra las injusticias, pero todo lo hacen desde la trivialización más llana. Ah, y apoyados en la supuesta sátira de gastadísimos estereotipos, gozosamente estereotipados. ¿Para qué dotar de tridimensionalidad a los personajes si desde la fórmula gastada y la caricatura es más fácil buscar extraer la risa de un público complaciente, la satisfacción inmediata? Al final, más allá de uno que otro one-liner quedará, acaso, el recuerdo de alguna mueca provocada por un chispazo de gracia y sensación de deja-vu por haber ya visto todo muchas veces antes; y, posteriormente, el olvido.
AFD
Consulta horarios en: Cinépolis, Cinemex
Fecha de estreno en México: 26 de agosto, 2016.