Manuela (Karina Gidi) tiene casi cuarenta años y trabaja de cocinera en un restaurante de La Lagunilla en la Ciudad de México. Vive con su abuela, Lazla (Mima Vuković Kurić), una inmigrante serbia que llegó a México huyendo de la II Guerra Mundial. Manuela es el único pariente vivo de la octogenaria, quien vive aferrada a sus recuerdos del pasado y el trauma de la guerra. Es 1991 y las noticias de la naciente guerra de los Balcanes inquieta a las dos mujeres, sobre todo a la anciana, quien piensa que el conflicto armado llegará hasta el Distrito Federal. Lazla comienza a buscar un refugio y a proveerse de víveres, mientras su nieta lidia con las agresiones de su jefe, Rogelio (José Caballero), un yugoslavo avecindado en el país, de temperamento abusivo, y quien toma una actitud todavía más hostil hacia Manuela, a causa de la diferencia de guetos de refugiados en el país y por el inicio de la guerra. El arribo de un nuevo ayudante de cocina (Carlos Corona), por el que Manuela se siente atraída, empeora la paranoia de la abuela, lo que provoca severos choques entre ambas. Penetramos así, en un juego de tensiones y vueltas de tuerca, de vivencias que abren heridas, y que buscan adoctrinarnos, desde los terrenos de la ficción, sobre las consecuencias de la guerra.
Diana Cardozo nos arrastra en su primer largometraje a un relato conmovedor, que a pesar de que en ciertos momentos peca de diálogos rimbombantes, y algunas escenas poco congruentes con el resto de la historia, tiene un sentido in memoriam hacia esos cientos y cientos de mujeres, personificadas o anónimas, que fueron víctimas o supervivientes marcadas de los conflictos bélicos. Su estética lúgubre de claroscuros, e interiores claustrofóbicos, contribuyen a trazar el recorrido de un pasado de escombros todavía en proceso de ser reconstruidos.
VSM (@SofiaSanmarin)
Fecha de estreno en México: 4 de diciembre
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