Sacramento Santos (Sebastián Aguirre) es un adolescente del norte de México que ha recibido el llamado de Dios. Su familia está convencida que debe seguir el camino religioso por lo que decide enviarlo a la orden de Los Cruzados de Cristo para que continúe con su preparación espiritual. El padre Ángel de la Cruz (Juan Manuel Bernal) es el fundador y líder del seminario en el que se forman los futuros sacerdotes del país. Durante la estancia del muchacho en la institución, el Padre Ángel comienza a interesarse en Sacramento, quien está dotado de una belleza serena –es delgado, de cabello castaño y ojos azules– y un temperamento apacible, por lo que se convierte en el alumno favorito del sacerdote. En poco tiempo, Sacramento es elegido para fungir como acompañante del guía de Los Cruzados de Cristo, por lo que su nueva residencia será la casa del Padre Ángel. La convivencia diaria entre el maestro y el pupilo se transforma en una especie de enamoramiento entre ambos, que se va derrumbando cuando el adolescente descubre las prácticas poco espirituales de las que se vale su mentor para seguir a la cabeza de la orden.
Obediencia perfecta es la ópera prima de Luis Urquiza, una ficción ambientada en los años setenta, que tiene como tema central la pederastia. El drama toma elementos del oscuro universo del sacerdote mexicano, Marcial Maciel –acusado de abuso sexual en los años noventa– y las acciones de la congregación católica que lideraba, Los Legionarios de Cristo. El delicado tema que toca la película es abordado con suavidad. Los actos reprobables tanto morales como el proteccionismo político del que se favoreció solo se sugieren, y no escarba más allá de la dimensión de las consecuencias del abuso sexual. El trabajo actoral por momentos resulta acartonado y artificial. Las virtudes de Obediencia perfecta recaen en su apartado técnico, particularmente una fotografía cálida que evoca una atmósfera vintage.
VSM (@SofiaSanmarin)