Película: Un lugar llamado musica - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Un lugar llamado música
Un lugar llamado musica
 
México
2022
 
Director:
Enrique M. Rizo
 
Con:
Daniel Medina de la Rosa, Philip Glass, Vícctor Sánchez
 
Fotografía:
Jano Téllez, Iván Vilchis Ibarra
 
Edición:
Patrick Danse
 
Música
Daniel Medina de la Rosa, Philip Glass, Erasmo Medina de la Torre
 
Duración:
88 min.
 

 
Un lugar llamado musica
Publicado el 17 - Nov - 2023
 
 
Además de ser un lugar, la música es también un lenguaje superior, es un vínculo comunitario, es la expresión máxima del espíritu. Y el filme de Enrique M. Rizo hace un magnífico trabajo al plasmar esta forma de trascendencia en la pantalla. - ENFILME.COM
 
 
 
por Alfonso Flores-Durón y Martínez

Daniel Medina de la Rosa es un consagrado músico de la comunidad Wixárika de Santa Catrina Cuexmcomatitlán, en Jalisco, México. A través de sus composiciones, de su canto y su violín, este hombre establece un vínculo espiritual con el origen y el orden del mundo y con las deidades, a través de las representaciones simbólicas a las que alude en forma de testimonio y tributo en las letras de sus canciones, escritas e interpretadas en su propia lengua, wixárika, la que conoce, la que domina, la que mejor expresa su cosmovisión, en la que son recurrentes las referencias al “Abuelo” Fuego, al “Hermano” Venado, a las montañas, al viento, a los dioses, a los ancestros. Es un auténtico traductor de mensajes para su pueblo; tiene ese don especial. Philip Glass es un músico neoyorquino, de fama internacional, que le debe al cine, a sus obras para filmes importantes, buena parte de su prestigio. Daniel y Phil se conocieron e, incapaces de entablar conversaciones debido a la barrera del idioma, dejaron que la música hablara por ellos, los hermanara y los condujera a ese espacio en el que ambos se refugian y se desconectan del tiempo. Sin embargo, inicialmente, en la región Wixárika, los miembros del consejo de la comunidad veían con renuencia (incluso de plano con malestar) la relación entre Daniel y Philip, y en realidad con cualquier otra persona ajena a su entorno -integrantes del equipo de filmación incluidos, por supuesto-. Después de varias sesiones de diálogo, intercambio de ideas y sentires, los consejeros llegaron a la conclusión de que ninguna de las personas foráneas quería sacar provecho de ellos y que, por el contrario, de este encuentro podrían surgir experiencias que los enriquecieran, por un lado; y, por el otro, presentaba la posibilidad de compartir orgullosamente su cultura, sabiduría y tradiciones con estas personas y, por medio de ellas, con el mayor número de gente posible.

Muchos artistas consumados, de distintas disciplinas, coinciden en que no hay para el ser humano posibilidad de expresión más pura que la que brinda la música. Para los creadores, desde luego, pero con resonancia tan poderosa que los escuchas se sienten copartícipes de la creación. Tiene una cualidad mística que oxigena el alma, la serena o la alborota, del mejor modo posible. La música de Daniel vincula a su comunidad con lo superior; la música de Philip permite que gente de todo el mundo se conecte entre sí. El filme de Enrique M. Rizo cuidadosamente, con paciencia, va tejiendo esta que es una historia de amor, no entre dos personas, ni siquiera entre dos culturas distintas, sino entre el ser humano y la música, a partir del reconocimiento de la forma en que el otro se relaciona con ella y con lo que representa en toda su dimensión. Un lugar llamado música acompaña a Philip integrándose al mundo de Daniel, abierto a conocerlo, reconociéndose, escuchando; y también viaja con Daniel y Erasmo Medina de la Torre (su pareja musical) a Nueva York -la ciudad de Philip-, a compartir su arte en un sitio del mundo donde se ve de todo pero no siempre se entiende a cabalidad todo; incluso tocando y cantando en la prestigiada Academia Juiliard. Daniel y Philip, gracias a la sensibilidad especial con la que fueron equipados, absorben los momentos compartidos y, nutridos por ellos, trenzan su inspiración para componer canciones en conjunto. En una curiosa paradoja del filme, es la presencia de Philip Glass la que lo hace trascender de ser un mero testimonio etnográfico como hemos visto muchos, no solo por la evidente fuerza de su nombre y su presencia, sino porque permite hablar de la comunión posible entre dos personas de orígenes, culturas, experiencias de vida distintas y el modo en que de ese encuentro nace algo que puede ser tan poderoso y conmovedor; y, sin embargo, por momentos, tanto en los episodios musicales, como en los de reflexión contemplativa, la aportación musical, incluso la presencia de Philip Glass se llega a sentir redundante; es lo que Daniel Medina ofrece, convida, que impregna de emotividad, de sustancia al filme. Buena parte de la labor de Enrique M. Rizo consiste, precisamente, en diluir esa sombra para que no distraiga, ni confunda, permitiendo que las dos presencias convivan en la mayor armonía posible con el discurso del Un lugar llamado música. La otra es lograr plasmar en pantalla que, además de ser un lugar, la música es un lenguaje supremo, un lazo comunitario y, sí, la expresión máxima del espíritu.

Alfonso Flores-Durón y M. @SirPonFDyM 

Consulta los horarios en: Cineteca Nacional CNA, Cine Tonalá

 
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