Interstellar ha recaudado, hasta la fecha, alrededor de 623 millones de dólares en la taquilla mundial. Es la octava película más taquillera del año y ha dado lugar a una serie de discusiones y debates en torno a su validez como hecho científico y ha sido bien recibida por la manera en que desarrolla algunas preguntas esenciales sobre la existencia humana –cuestionamientos que han estado presentes en propuestas filosóficas a lo largo de la historia de la humanidad–. Sin embargo, la idea que impulsa su trama –una superconciencia universal que trasciende el tiempo y el espacio en la cual se interconecta toda la vida humana– ha estado presente desde hace 3 mil años, remontándose a las prácticas religiosas del vedismo (religión del periodo védico, en el cual se compusieron los Vedás –textos sagrados antiguos al hinduismo–).
Cuando el héroe astronauta de la película (Matthew McConaughey), declara que “ellos”, refiriéndose a la misteriosa y todopoderosa fuerza que creó un agujero de gusano cerca de Saturno a través del cual viajan para salvar a la humanidad –la disolución de su sentido de la realidad material en el proceso– son en realidad “nosotros”; él simplemente está repitiendo la idea central de los Upanishads, los textos filosóficos más antiguos de India. Éstos sostienen que las mentes humanas individuales no son más que breves reflexiones dentro de un ser cósmico.
La multidimensional del tercer acto –ese prisma interminablemente reflexivo en el que se encuentra el protagonista cuando llega la conclusión, y en el que puede ver la vida desde cualquier perspectiva– es la manera en que el filme de Nolan representa la red de Indra, una metáfora hindú que representa el universo como una red eterna de la existencia tejida por el rey de los dioses, cada uno de sus cruces adornados con una joya infinitamente cara, cada uno reflejando continuamente a los demás. La concepción budista de la red de Indra señala que todos los fenómenos están íntimamente conectados; un universo donde todos los miembros del universo tienen relaciones mutuas repetidas infinitamente.
Por supuesto que no es la primera vez que Hollywood abraza las propuestas filosóficas provenientes del hinduismo, el yoga y otros sistemas religiosos orientales. David Lynch es un exponente abierto de la meditación trascendental, Richard Gere es ferviente seguidor del Dalai Lama y Julia Roberts confirmo su gusto por el hinduismo después de filmar Eat, Pray, Love –una película que cuenta la historia del viaje de una mujer moderna de Estados Unidos hacia la paz a través de las prácticas espirituales de la India, y que recaudó más de 200 millones de dólares–.
Nolan ha sido durante mucho tiempo un suscriptor devoto a la causa. Es un director famoso por ser capaz de obtener un proyecto de varios millones de dólares únicamente con su propio nombre como garantía.
“Mira la primera película de Matrix”, dice el productor Peter Rader. “Es una película de yoga. Se dice que este mundo es una ilusión. Se trata sobre si podemos cortar a través de las ilusiones y de conectar con algo más grande para poder hacer todo tipo de cosas. Neo alcanza las capacidades de los yoguis avanzados [Paramahansa], que pueden desafiar las leyes de la realidad normal”.
La última película de Rader, un documental sobre Yogananda, quien fue uno de los primeros gurús en traer el misticismo indio a América del Norte en la década de 1920, ha sido un inesperado éxito en Estados Unidos. La película documenta cómo la filosofía hindú es influyente en la cultura americana. “Hay una gran demanda acumulada”, piensa Rader:
Hay una gran cantidad de espiritistas de closet que están meditando, haciendo yoga, leyendo libros y pensando en una realidad más grande. Y ahora pueden salir y decir: “Sí, estoy en esto”. Steve Jobs leyó el libro de Yogananda una vez al año. Se repartieron fragmentos del libro a todos los que asistieron a su funeral. El libro le ayudó a inspirar el desarrollo de productos como el iPad.
Pero antes de Nolan, antes de la Matrix, antes incluso del iPad, estuvo Star Wars. Fue esta película, con su escala cósmica y el tema de una “fuerza” trascendental que confiere poderes sobrehumanos a los que pueden alinearse con él, lo que abrió el camino del esoterismo indio a la cultura americana. George Lucas fue influenciado por el mitólogo Joseph Campbell, cuya obra, A Hero With a Thousand Faces (El héroe de las mil caras), trazó el arco narrativo común a todos los héroes míticos que Luke Skywalker personificó. El propio Campbell llevó una vida gobernada por su mantra Upanishad: “Sigue tu felicidad", que deriva del término sánscrito “sat-chit-ananda”. Campbell decía:
Sat es ser. Chit significa conciencia. Ananda es felicidad o éxtasis.
Su mantra era el paradigma de la propia realización de Skywalker de la fuerza, la sensación de paz, propósito y poder ganado una vez que se permitía a aceptar y unificar con él. “Si sigues tu dicha”, pensó Campbell, “te colocas en un territorio que ha estado ahí todo el tiempo esperando por ti, y la vida que deberías estar viviendo es la que estás viviendo”.
Como su dominio de la fuerza se acercaba a su cumbre, Skywalker se acerca peligrosamente a tomar el camino siniestro de Vader. Con esto, Star Wars estableció el principio de Hollywood de los superhéroes que tienen que superar la oscuridad interior mientras luchan contra un enemigo externo, y la búsqueda de una iluminación en el proceso. La trilogía de Nolan de las películas de Batman –en donde un protagonista torturado lucha tanto para no convertirse en su enemigo para derrotarlo– ha introducido una nueva generación de los mitos hindús y las enseñanzas del yoga que hacen hincapié en la prioridad de la propia jornada interna mientras se hace frente a los desafíos del mundo exterior. El próximo año, los reclutas aún más jóvenes a la causa sentirán la fuerza con el nuevo filme de Star Wars, dirigido por J.J. Abrams.
LFG (@luisfer_crimi)
Fuente: The Guardian