Venecia 2021. 'Mona Lisa and the Blood Moon' de Ana Lily Amirpour, 'La caja' de Lorenzo Vigas y 'L'Événement' de Audrey Diwan - ENFILME.COM
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Venecia 2021. 'Mona Lisa and the Blood Moon' de Ana Lily Amirpour, 'La caja' de Lorenzo Vigas y 'L'Événement' de Audrey Diwan
Publicado el 06 - Sep - 2021
 
 
Vigas ganó el León de Oro en Venecia en 2015 con Desde allá. - ENFILME.COM
 
 
 

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Se han presentado en Venecia 2021 tanto Mona Lisa and the Blood Moon el más reciente filme de Ana Lily Amirpour (A Girl Walk Home Alone At Night), como La caja, la tercera parte de la trilogía sobre padres e hijos varones del venezolano residente en México, Lorenzo Vigas, producida por Michel Franco. Estos son algunos de los comentarios que se han escrito sobre los filmes. 

 

Mona Lisa and the Blood Moon, Dir. Ana Lily Amirpour

★★★

La directora iraní-norteamericana, Ana Lily Amirpour sirve cucharas repletas de emociones como de B-movies en Mona Lisa and the Blood Moon, en la que una adolescente deambula salvajemente en Nueva Orleans. Si el filme es, en última instancia, más lunático que obra maestra, de cualquier forma tiene los ingredientes suficientes para mantener entretenida a sus fans. El primer filme de Amirpur, A Girl Walks Home Alone at Night, fue un western vampiresco; su Segundo, The Bad Batch, un romance canibalesco. En el menú en esta ocasión: gumbo (el estofado más famoso de Nueva Orleans) de superhéroe. Agarra un tazón y atáscate. Pero hagas lo que hagas, no mires a la mesera a los ojos.

Jeon Jong-seo protagoniza como Mona Lisa Lee, quien ejerce un tipo de control mental hipnótico que puede hacer que sus enemigos se cacheteen ellos mismos, se apuñalen ellos mismos o se pongan una bala en sus propias rodillas. Recién ha sido liberada de la “Casa Para Adolescentes Mentalmente Insanas”, donde estuvo recluída durante diez años, y ahora debe encontrarle sentido al mundo conforme pasa los días. Los cinturones de seguridad le son un enigma y el dinero una lengua extranjera. En una escena vemos a Mona mirar fijamente, en ausente mistificación, una imagen de Donald Trump en la televisión…y esto, al menos, sugiere que la chica aprende rápidamente.

Mona Lisa and the Blood Moon ofrece comida callejera para los sentidos, servida repleta de salsa picante. No es precisamente nutritiva, pero sabe rica en el momento, como para devorarse.

- Xan Brooks, The Guardian

Habiendo pasado buen parte de la década pasada en estado catatónico en la “Casa Para Adolescentes Mentalmente Insanas” cerca de la zona pantanosa de Lousiana, algo despierta en Mona Lisa (Jeon Jong-seo) una noche. Utilizando apenas una parte del poder de su mente, es capaz de escapar, dejando un sendero de guardias ensangrentados y policías detrás. Por obra del azar se encuentra a la teibolera Bonnie Belle (Kate Hudson), una oportunista callejera que de inmediato capta el gran potencial de la baraja de habilidades de Mona. Y le ofrece refugio a la chica, a cierto costo. Lo más reciente de Ana Lily Amirpour recupera algunos de los temas de sus trabajos previos: la calidad de outsider, las políticas sexuales, tópicos que son de nuevo vistos a través de lentes teñidos por un género. Con todo el desaseo de un sórdido Nueva Orleans, y una estética de neon y nylon, el film se saborea en su propia suciedad. Pero la escritura del guion no está suficientemente enfocada para hacer de esto una emoción barata.

Con sus antros como telón de fondo, su locura latente y la exploración de amistades extrañas entre parejas, sin duda el filme atraerá comparaciones con Titane de Julie Ducournau (recién ganadora de la Palma de Oro en Cannes), si bien no es ni tan robusta formalmente ni tan genuinamente transgresora. Le falta la precisión visual de una coloración tan pulida, tanto en el aspecto de la película como en la narración. Será un filme al que costará trabajo posicionar comercialmente: no tan extremo como para estremecer a los fans del horror; no tan complejo como para satisfacer a la audiencias del cine de arte; y un poco muy raro para el mainstream.

Jeon Jong-seo, mejor conocida por su memorable interpretación en Burning  de Lee Chang-dong, es una buena elección para un personaje que es definido a lo largo de la cinta por su estátus de outsider y su alteridad. Habiendo pasado la mayor parte de su vida en una celda acolchonada, sin interación significativa con otras personas, Mona está aprendiendo lo que significa ser humana. Jeon interpreta su rol como una Inteligencia Artificial, procesando información fríamente y de alguna manera desconcertada por la idea de en realidad querer a otra persona. Sus lecciones iniciales le dejaron huellas acerca de la crueldad, el miedo y la codicia. Parece que la reacción humana más natural, cuando tienes un don tan específica y poderoso como el de Mona, es aplastarlo, contenerlo o, en el caso de Bonnie, monetizarlo.

- Wendy Ide, ScreenDaily

 

la caja

La caja, Dir. Lorenzo Vigas

★★★

El adolescente Hatzin está en camino a casa con los restos de su padre en una caja cuando mira por la ventana y ve un rostro familiar en la calle. Se baja del autobús y el hombre voltea. Si la caja contiene a Esteban, entonces ¿quién es este tipo, Mario? ¿Y si Mario es su padre, entonces quién diablos está en la caja?

Descuiden, que esas preguntas serán atajadas y respondidas durante el transcurso de La caja, el cierre de la aclamada trilogía del guionista y director venezolano Lorenzo Vigas acerca de la tensa, cambiante relación entre padre e hijos varones. El más reciente filme de Vigas, Desde allá, ganó aquí en Venecia el premio más importante en el 2015, aunque desde entonces los jurados se han inclinado hacia proyectos más grandes y espectaculares. La caja, un relado sobre desiertos físicos y espirituales, quizá sea muy modesto e impasible como para poner en aprietos al resto del elenco de este año. Pero tiene cosas importantes qué decir y, es cierto, las dice y muy bien dichas.

La dirección de Vigas es eficiente, sencilla, constuida enteramente para cumplir un propósito. Pero consigue mantener a la audiencia atenta a través de los giros y las vueltas, susurrando un inquietante hilo de ritos de iniciación que gesticulan hacia asuntos más importantes, en general. En el camino, La caja nos lleva a un paseo por páramos del mundo actual entre fábricas y camiones, alcantarillas de piedra y alambradas de alta resistencia con migrantes atiborrados en autobúses y fosas comúnes en el desierto. Golpeando los caminos polvorientos en la van de Mario, Hatzin debe preparse para algunas de esas lecciones de las que sacuden en la vida. Aprenderá que la verdad para una persona puede depender de traiciones graves y que algunos padres adoptivos valen menos que un montón de huesos en una caja.

Xan Brooks, The Guardian

 

El contenido de la caja del título en La caja es claro desde el principio. Pero saber exactamente qué hay dentro del contenedor narrativo de este drama mexicano de Lorenzo Vigas, y cómo es que todas sus piezas embonan, eso no es tan sencillo de comprender. No es un rompecabezas en el sentido más engañoso, simplemente es una manera sutil de mantenernos involucrados intentando adivinar qué es lo que sucede lo que hace el guionista y director venezolano Lorenzo Vigas en su segundo largometraje de ficción, tras haber ganado el León de Oro en Venecia en el 2015 con su filme Desde allá. La caja es una astuta mezcla entre un relato detectivesco, un drama políticia y viñetas de ritos de iniciación, el tipo de filme que parece tan simple y directo que sería fácil pasar por alto la forma tan meticulosa en que fue concebido y construido. Destacando el llamativo protagónico del debutante Hatzín Navarrete, este título en competencia oficial de Venecia supera a Desde allá en su poder suavemente convincente, y quizá también lo supere como contendiente internacional para ser apreciado dentro del nicho al que va dirigido.

Moviendo sus operaciones de Chile (sic) a México, Vigas sitúa su filme en el estado de Chihuahua en el norte del país. Inicia con un joven indígena, Hatzín (Navarrete) llegando a Ciudad de México -donde vive con su abuela- al sitio de una fosa común, donde las autoridades les entregan los restos exhumados de sus ‘desaparecidos’. Esto parece ser un trabajo tan de rutina -aparentemente el resultado de las actividades del narco, aunque se nos hace saber que hay mucho más que ello involucrado- que los pequeños cofres de metal son entregados con burocrática normalidad. Pero, además de los restos de su padre, a Hatzín le son dadas la identificación que le encontaron en su cuerpo, una de Esteban Leyva. Por azar, detecta un hombre fuerte de edad mediana que reconoce como Leyva, aunque él insiste que su nombre es Mario (Hernán Mendoza).

Hatzín se aferra a él y no podrá sacudírselo. Eventualmente, Mario lo toma bajo su regazo y le ofrece trabajo. El chico se convierte en uno de los asistentes de Mario para reclutar trabajadores baratos que laboren en un vasto centro de explotación en forma de fábrica de ropa. Cuando una de las jóvenes mujeres los quiere acusar, la identifica como conflictiva y todo termina muy mal para ella, y para Hatzín, quien para entonces ha sido ya iniciado en las prácticas criminales de Mario, quien está intentando construir su propio imperio laboral.

La caja se registra en muchos niveles como una historia de aprendizaje muy personal (Vigas la considera como la tercera parte de una trilogía sobre padres e hijos varones, después de Desde allá y su corto Los elefantes nunca olvidan, del 2003), pero también como expositora política de las condiciones prevalentes en América Latina en donde despiadadas prácticas laborales (con Mario también identificado como una víctima en esta cadena de explotación) hacen que la vida se abarate. Pese a contar con múltiples personajes, el filme esencialmente se reduce a un mano a mano entre Hatzín y el afable, fanfarrón pero amenazante Mario, interpretado por Hernán Mendoza, quien previamente habá trabajado en películas de Michel Franco (quien es productor del filme, así como Vigas lo fue en Las hijas de Abril y Nuevo orden).

- Jonathan Romney, ScreenDaily

   

 

happening

L'Événement (Happening), Dir. Audrey Diwan

★★★★

Las relaciones sexuales iniciaron en 1963, según Philip Larkin, aunque él hablaba específicamente acerca de Inglaterra en oposición a la Francia central. En la universidad de Angoulême, todo mundo piensa en el sexo y habla de sexo pero parece que nadie, Dios no lo permita, está de hecho teniendo sexo. Hacerlo pondría en riesgo el advenimiento de la calamidad, un súbito final a todos sus sueños.

La excelente Happening, que forma parte de la competencia en Venecia, documenta el intento de una mujer por termina su embarazo y, de esa forma, tener oportunidad de continuar sus estudios. El filme, que adapta la novela autobiográfica de Annie Ernaux, postula un trauma privado a manera de horrendo thriller, y presenta soberbias actuaciones de Anamaria Vartolomei como Anne Duchesne, la atormentada estudiante bajo los reflectores. Al pazguato de su novio lo vemos solo breveente, un hombre apenas incidental para la historia. Anne debe pasar por todo esto ella sola.

Es abril de 1963. El aborto es ilegal y significa pasar una temporada en prisión, si tienes suerte, la muerte si no. Pero el período de Anne ya tiene un retraso de cinco semanas y su desesperación se incrementa: falla en sus estudios y está demasiado austada como para confiar lo que ocurre a sus amigos. Un doctor supuestamente empático le prescribe un medicamento que, le asegura, le inducirá un aborto espontáneo pero en realidad está diseñado para fortalecer aún más al feto. La directora Audrey Diwan sostiene la cámara cerca de Anne mientras ella se desplaza de los cafés a sus clases, a la casa de su familia, y a su dormitorio. Ella amaría tener un hijo en algún momento, pero primero quiere tener una vida, y una carrera. Los encuadres tan ajustados del filme se sienten como un nudo corredizo en su cuello.  

Happening retrata una Francia aún inquietamente coloreada por la ocupación nazi, en la que el negocio de los abortos clandestinos se ha convertido como un nuevo ejército en las sombras, todo arreglado a través de códigos y encuentros furtivos en los parques. “Sonríe”, le instruyen a Anne cuando alguien deambula cerca de ella, como si no hubiera nada de lo cual sentirse contenta. Se trata de un filme serio, cautivante y, finalmente, también honorable.

- Xan Brooks, The Guardian

 

Audrey Diwan y su coguionista, Marcia Romano, adaptaron la novela autobiográfica del 2000 de Annie Ernaux, sumergiéndose directamente en el mundo del personaje central con un estilo que espejea el de la voz de la autora literaria. El sensible tema es iluminado por el tratamiento fílmico que es sustancioso y directo, en ocasiones un poco gráfico y atado con detalles precisos que te meten muy bien en el ambiente de la época, la Francia provinciana de 1963.

Con sutileza y economía de recursos, así como los inquietantes actores no profesionales, el guion de Diwan y Romano transmite el taboo que era el sexo para la jóvenes mujeres en un clima tan puritano. Aunque cuando Annie descubre que está embarazada (tres semanas después de un conecte clandestino con una estudiante de visita de Bordeaux), es menos el sentido de humillación y desgracia que la instantánea forma en que su futuro se adelgaza lo que la aterra. Seguir con sus estudios para convertirse en maestra, su meta hasta ese momento, será imposible para una madre soltera.

Preservando el foco tanto en el estado de turbulencia emocional de Annie, como en los drásticos pasos que es obligada a tomar, Diwan moldea el filme hasta convertirlo en un thriller psicológico en el que la protagonista se encuentra enganchada peleando hasta con su propio cuerpo, que demuestra ser un adversario resiliente. Un buen número de escenas de las que no te dejan pestañear -físicamente explícitas, aunque filmadas con sensibilidad y moderación- son verdaderamente angustiantes. Pero el filme nunca convierte la odisea de Annie en algo sensacionalista con tal de obtener un efecto más dramático.

- David Rooney, The Hollywood Reporter

 
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