La voz, la mirada de Mia Hansen-Løve destacó desde su ópera prima, Tout est pardonné (Todo está perdonado), del 2007, no solo en su natal Francia sino, de inmediato, a nivel internacional. Uno de los elementos más significativos de su propuesta fílmica es la manera en que, de una u otra forma, acoge agudos asuntos autobiográficos y los inserta en su obra. O, más bien, es que a partir de cuestiones que han tenido incidencia en su vida, ya sea de modo directo o tangencial, desarrolla historias que exploran los momentos cruciales en la vida de uno o varios personajes a partir de los que su(s) vida(s) tomará(n) un derrotero que será definitivo para su curso futuro, o para siempre, mientras el espectador queda envuelto irremediablemente y sin apenas percatarse.
Así ocurrió con el carismático y enigmático productor de cine que termina suicidándose en el formidable Father of My Children (2009); con la ruptura del primer amor en Goodbye First Love (2011); con la desazón que produce la resaca de la interminables noches de fiesta y hedonismo en Eden (2014); con la crisis existencial de quien tiene que reinventarse pasada la mediana edad en El porvenir (2016); con el trauma vivido por quien fue rehén de guerra y busca aliviar su alma en Maya (2018). También, definitivamente con Bergman Island (2021), filme construido en la bifurcación del estudio del proceso creativo de un cineasta en crisis artística y el desmoronamiento de su matrimonio de años (en buena medida afectado por lo primero).
Este ensayo visual se enfoca, precisamente, en analizar la metatextualidad de un filme sobre un cineasta intentando escribir un filme, yendo a las entrañas del paraíso que se edificó el grandísimo autor de cine sueco, Ingmar Bergman, uno de los más admirados de la historia, para concebir, eh, eso, sus propios filmes. Por supuesto que el video creado por Broey Deschanel, trenza hábilmente, alejándose de toda intención comparativa, la obra de Mia Hansen-Løve con la sombra que sobre ella tiende la figura del genio sueco, como a manera de homenaje (con todo y algunas punzantes críticas) lo hace el filme de la francesa. Una carta de amor a la creación.