Video. Terence Davies deslizándose a través de las grietas del tiempo en The Long Day Closes
Video. El estilo visual y las influencias pictóricas de Terence Davies en Sunset Song
Video. El corto que hizo Terence Davies para la Vienalle, But Why?
Apenas hace unos días ha muerto Terence Davies, uno de los grandes autores de cine de las últimas décadas, y la sombra de su ausencia sigue flotando, pesada, en el ambiente del cine en todo el mundo. Davies fue alguien que entendía con claridad, y ejerció a cabalidad, la naturaleza del cine como arte, uno con su propio lenguaje, sus propios códigos, sus muy particulares y únicas posibilidades.
“Debido a que somos (los británicos) una cultura literaria, nunca hemos entendido del todo el modo en que la naturaleza de las imágenes trabaja, y eso tiene su origen desde la forma en que los escritores escriben, la manera en que los productores producen, entonces le suelen dar el dinero aquí (en Gran Bretaña) a personas para que escriban guiones en los que la gente lo dice todo, pero como he dicho, eso es televisión, eso es teatro fotografiado, eso no es cine. Cualquier pieza auténtica de cine te cuenta la historia a partir de lo que revela, y la yuxtaposición de imágenes y las ambigüedades que surgen a partir de esas yuxtaposiciones. Eso se entiende en todo el mundo, pero aquí si tú intentas moverte en un área que hace eso, es decir, tomar la narrativa lineal y llevarla un paso más allá o, de plano, eliminar la noción de narrativa lineal por algo que es elíptico o cíclico, te será veinte veces más difícil poder levantar ese proyecto”, comenta don Terence con su idiosincrásica elocuencia y agudeza en este documental que sobre la realización de su segundo filme, el fabuloso A Long Day Closes, produjo Steve Jenkins para la televisión británica.
Este hombre, Terence Davies, comprometido apasionadamente con su arte -lo cual le impidió rodar sus filmes durante muchos años (casi una década entre su cuarto largometraje, The House of Mirth, y el quinto, carta de amor a su Liverpool perdido, el apasionado, nostálgico y gracioso documental, Of Time and the City)-, nació en Kensington Street, en un barrio de clase trabajadora y católica en Liverpool, el menor de diez hermanos. “Un poeta del dolor, el éxtasis y la epifanía”, lo ha llamado el prestigiado crítico de cine del diario británico The Guardian, Peter Bradshaw. Davies retrató de forma sublime, apelando a todos los recursos cinematográficos que su ingenio imaginó, su casa familiar en un díptico de obras maestras, sus dos primeros largometrajes: Distant Voices, Still Lives (1988), sobre los años previos a su nacimiento; y The Long Day Closes (1992), durante el fin de los mejores años de su infancia, cuando tenía 12 años. Su padre, que murió cuando él tenía 7, fue un hombre violento que mantenía a todos los miembros de la familia en estado de permanente pánico, en una ciudad golpeada económica y moralmente por la Segunda Guerra Mundial. Su muerte fue un bálsamo para la familia, para la vida del pequeño Terence. El cine, la iglesia y la escuela (como gloriosamente presentó en un tracking top shot en The Long Day Closes) componían la columna vertebral de su vida. La relación con su madre, sus hermanos y la vida comunitaria del barrio fueron su coraza. Su forma de evocar la memoria de esos años disuelve el tiempo y el espacio, amalgama momentos, enlaza canción tras canción de aquellos días, y se desliza con suavidad entre pasajes de un pasado que es a un tiempo refugio y fuente de heridas y traumas, atenuado con filtros que decoloran las imágenes para colocar ese tiempo en una especie de limbo al que no se puede regresar, pero del que tampoco se puede escapar. “Para Davies”, cavila el propio Bradshaw, “el acto de la memoria y el cine transfiguran el dolor y la pena de abuso e intolerancia que padeció en su propia vida. Sin ironía o afectación, colocó sus creencias religiosas tempranas en paralelo con sus experiencias infantiles: esas fueron sus estaciones en la cruz”, remató el analista británico, haciendo alusión a las estampas católicas de las que nunca pudo del todo desprenderse. Davies era un hombre gay, pero fue un hombre célibe. No quiso negarse a sí mismo, pero tampoco mortificar a su madre, ni en vida, ni posteriormente en detrimento del descanso de su alma.
Después de trabajar durante doce años como oficinista, una época que recordaba como el punto más bajo en su vida, Terence Davies entró al Coventry Drama School, donde escribió el guion de Children, que dirigirió cuatro años después, en 1976, y le serviría como pasaporte para estudiar en la National Film School, institución de difícil acceso, y en donde filmó Madonna and Child, filme con el que se graduó en 1980. Tres años más tarde, con apoyo del British Film Institute, rodó Death and Transfiguration, completando lo que se convertiría en una poderosa trilogía en blanco y negro, que lo convertió, desde entonces, en una de las voces y miradas más originales del cine británico. Del cine mundial.
Otro idiosincrásico y formidable autor de cine británico, alejado a las convenciones, el fallecido Derek Jarman (Jubilee), sobre esa poderosa trilogía, escribió que “(Davies) maneja su tema, la represión católica, la represión de su familia, la violencia de las instituciones y el sadomasoquismo, con una delicada melancolía aliviada por destellos de humor sardónico”. Después añadió: “La trilogía de Terence Davies cuenta su historia a través de una poderosa visualización de contenido, situándolo refrescantemente a distancia de lo que actualmente se considera cine en este país”. Un obús que no cabe duda tenía como destinatarios, entre otros, a Ken Loach y Mike Leigh, cronistas de la vida británica en clave de realismo social.
Este documental televisivo que les compartimos fue hecho poco después del estreno de The Long Day Closes, la segunda parte de ese esplendoroso díptico autobiográfico formado junto con Distant Voices, Still Lives. Después, este maestro del cine británico, y mundial, se dedicó más bien a adaptar novelas (The Neon Bible, The Deep Blue Sea, Sunset Song, A Quiet Passion, Benediction), pero unas en las que siempre encontró elementos, temas, personajes que resonaban poderosamente en distintos aspectos de su propia vida. Inclusive el proyecto en el que trabajaba y que no pudo concretar, The Post Office Girl que, esperemos, eventualmente alguien pudiera terminarlo de acuerdo a la forma en que a Davies le hubiera gustado.
Que en paz descanse, este hombre que nunca hizo un filme situado en el presente, o en el futuro. El pasado fue el espacio al permanentemente lo condujo la memoria, la materia de la que está hecha el cine; el mejor cine.
Y, aquí, vean también esta conversación que con el crítico de cine Geoff Andrew sostuvo este apasionado hombre de cine, con esa voz de cronista del ayer, habló sobre la que para muchos fue su gran obra maestra, Distant Voices, Still Lives, en la que, desde luego, habla de la imporancia que para él tienen los rituales, el sentido de seguridad que le ofrecían.