Reseña, crítica Dragon Ball Z: la batalla de los dioses - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Dragon Ball Z: Battle of Gods
Dragon Ball Z: la batalla de los dioses
 
Japón
2013
 
Director:
Masahiro Hosoda
 
Guión:
Akira Toriyama
 
 
Música
Norihito Sumitomo
 
Duración:
83 min.
 

 
Dragon Ball Z: la batalla de los dioses
Publicado el 30 - Sep - 2013
 
 
Quizá los realizadores japoneses no tomaron en cuenta que esta película ?no es monedita de oro para caerles bien a todos? y por ello era utópico pensar que podían congraciar a ambos sectores haciendo algo que al final contrastaría con lo que recuerdan los fanáticos. - ENFILME.COM
 
por Julio Enrique Macossay

Por Julio Enrique Macossay (@makoss1)

Después de 17 años de no haber visto nada nuevo del mundo de Dragon Ball Z, ha llegado esta con una característica fundamental: la historia que presenta, en términos prácticos, es tan sólo un relleno que no altera el universo de Dragon Ball que está bien establecido desde hace muchos años; en otras palabras, al ser agregada al canon de la serie no afecta para nada la trama original e que incluso podría ser removida sin ninguna consecuencia. Es claro que mucho de la cinta funciona tomando esto en cuenta. Lo más evidente es la época en la que se sitúa. Todo transcurre en el salto temporal entre los capítulos 517 y 518 del manga, un periodo del que no sabemos nada y, por tanto, es el momento ideal para un inserto.

El tono también está establecido a partir de esta necesidad mayor de ser solo un relleno. Nos encontramos aquí con situaciones cómicas mucho más ligeras de las que era típico hallar en Dragon Ball Z, que remitirán a muchos a la primera serie (Dragon Ball) y que probablemente también se deban a la intervención del creador del manga original: Akira Toriyama. Esto, para bien o para mal, se traduce en un guión lleno de chistes y en tener a uno de los antagonistas menos serios de este mundo. Es gracias a Bills, el dios de la destrucción, y a su ayudante Wiss, que a pesar de que todo el tiempo la Tierra está en peligro de desaparecer, la jocosidad de la cinta jamás se pierde. Incluso en alguna ocasión, los personajes rompen la cuarta pared, algo no del todo común en Dragon Ball Z, pero sí en muchas otras comedias animadas. Es notable que el villano está configurado a partir de la cualidad de relleno en cuanto que su ausencia en los eventos anteriores y posteriores a este episodio se explica debido a su habilidad para dormir por décadas enteras, lo que lo vuelve fácilmente eliminable de la historia general. Estoy seguro de que este aproximamiento más ligero de lo normal hará que los fanáticos de la serie queden divididos entre los que no les moleste ver algo más humorístico de lo habitual y los que queden molestos y decepcionados porque deseaban ver una cinta con el mismo tono épico de la serie original.

A pesar de que el filme busca no alterar el curso del anime, sí intenta darle profundidad a algunos eventos de la serie. El primero es utilizar al nuevo antagonista Bills para explicar que Freezer hubiera decidido destruir al planeta Vegeta y por tanto desencadenar los eventos que permitieron que toda la historia ocurriera en primer lugar; en otras palabras, la muerte de Bardock, el padre de Goku, y el hecho de que él hubiera sido mandado a la Tierra, sin mencionar el paulatino enfrentamiento que tuvo Goku con Freezer, que ante todo marcó su primera transformación en Super Sayajin que es a lo que está haciendo referencia esa escena de esta película. El segundo evento sirve para profundizar un poco más en la historia de los sayajines de la cual se habló muy poco en la serie original, más que nada algunas cosas sobre su carácter guerrero y el hecho de que el planeta Vegeta no era originalmente suyo. Sin embargo, estos dos sucesos no son explorados lo suficiente como para sentirse como algo más que vagos pretextos para insertar al dios y a la nueva forma de Goku en la historia de la serie.

En muchos sentidos este filme es una especie de reliquia de otros tiempos. Dragon Ball Z fue en su momento un modelo de imitación puntual y, por tanto, sentó las características de un género muy específico dentro de los mangas shounen (mangas dirigidos a varones de todas las edades): los mangas shounen de batalla morales; es decir, mangas donde hay peleas entre dos bandos definidos en base a una perspectiva maniquea: la eterna lucha del bien contra el mal. Por supuesto que fue seguido por varias obras que podemos llamar performances miméticas de Dragon Ball. Sin embargo, al igual que el lenguaje, los géneros no son estáticos y por tanto las obras posteriores fueron agregando nuevas características para darle vida a un género que comenzaba a estancarse en un mar de imitaciones sin mucha imaginación.

Esta película está dominada por una fórmula que antaño estaba presente en todos los arcos narrativos: aparece un rival más fuerte que Goku por lo que tiene que encontrar un nuevo poder, técnica o forma para poder derrotarlo. Los creadores de esta cinta no hacen mucho por alterar esta fórmula (si no está roto para qué arreglarlo), pero agregan un elemento extra (además del tono cómico) para tratar de modificarla un poco. Se trata de un spoiler que si menciono sé que hará que me quemen en leña verde, pero sólo diré que está fuertemente relacionado con la fuerza hiperbólica del antagonista y que es un giro bastante interesante en la fórmula usual de las aventuras de Goku.

Quizá hubiera sido una mejor idea si se hubieran arriesgado más y hubieran incluido algunas de las múltiples características que ahora son normales en la versión moderna del género como el contexto social, político o histórico que repercute en la existencia de los protagonistas; los personajes moralmente ambiguos (aunque se podría debatir si Bills tiene un grado no muy desarrollado de esta característica); los personajes con pasados melodramáticos dignos de Remi; las batallas en las que el intelecto es más importante que la fuerza y por tanto que pueden o no ser ganadas por personajes aparentemente débiles. Sin embargo, prefirieron irse por la segura y utilizar la estructura usual de serie que no permitiría estos elementos, eso sin mencionar que algunos quizá no hubieran sido del agrado de los fanáticos que con este tipo de cintas prefieren ver la historia de siempre con mínimas alteraciones, que algo innovador y por tanto alejado de lo que recuerdan con tanto cariño.

Conscientes de que al hacer una obra de este tipo estaban haciendo algo que iba a llamar más la atención de los fanáticos de hueso colorado de la saga que del espectador común, los realizadores la plagaron del llamado fan service. El más notorio es el hecho de que haya una nueva transformación de Goku (el tan mentado Super Sayajin Dios) y que literalmente toda la trama gire alrededor de esto. En realidad, no sería exagerado decir que por momentos se siente que todo es un pretexto para ver la forma más fuerte de Goku hasta ahora. El hecho de que haya un villano con tanta fuerza que lo lleve a utilizar un poder nunca visto en la serie también es una forma de complacer a los fans. Otra inserción muy notoria para gratificar a los seguidores es la inclusión de todos los personajes clásicos de la serie y no sólo eso sino el regreso de los villanos del primer arco narrativo de Dragon Ball: Pilaf, May y Shu, que remiten a los primeros capítulos de Dragon Ball. Incluso en algunas secuencias en las que están involucrados se muestran flashbacks de dichos capítulos. La otra función es que toda la subtrama en la que aparecen intentando robar las esferas del dragón refuerza el humor de la cinta. Por último, que estos emblemáticos villanos hagan su aparición como niños por culpa de un deseo mal formulado es una parodia de lo que ocurre en Dragon Ball GT (en la que Goku es transformado en niño por culpa de ellos) y también da una pequeña pista de que quizá lo que vemos no ocurre en ese mismo universo —lo cual no sería del todo raro si tomamos en cuenta que Toriyama no estuvo involucrado en ese anime ni estuvo basado en su manga. En todo caso, es un obvio fan service para todos los que no gustaron de esa serie y que prefieren acomodarla como una entidad fuera del canon oficial.

A final de cuentas, esta no es una cinta que se haya realizado con la intención de reinventar la serie, ni de hacer algo innovador en el rubro del anime. Sólo es un homenaje a los orígenes de Dragon Ball, y ante todo tiene el deseo de complacer a los fanáticos leales que aún existen después de tanto tiempo. El problema aquí es que se está intentando mantener contentos a dos grupos de fanáticos distintos: los del Dragon Ball original y los del Z. Si bien es una cinta que está creada en el contexto de esta última serie y, por tanto, con todos los personajes, tanto ellos como la trama están en función de un tono cómico más afín con los primeros capítulos. Quizá los realizadores japoneses no tomaron en cuenta que esta película “no es monedita de oro para caerles bien a todos” y por ello era utópico pensar que podían congraciar a ambos sectores haciendo algo que al final contrastaría con lo que recuerdan los fanáticos. O quizá si lo sabían y lo que pasó fue que simplemente Toriyama buscó complacerse a sí mismo haciendo lo que siempre ha disfrutado más: obras cómicas.

 

 
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