Si Keep The Lights On (2012) del director estadounidense, Ira Sachs, levitaba sobre la homosexualidad oscura y opresiva de dos hombres neoyorquinos de entre 30 y 40 años, cuyo intenso y destructivo amor termina separándolos, El amor es extraño (Love Is Strange, 2014), su quinto largometraje, es la historia de un abundante y tierno amor de una pareja homosexual septuagenaria de clase media alta de la Nueva York contemporánea. Esta relación de más de cuatro décadas se ha definido por la estabilidad emocional de ambos, el respeto y el apoyo mutuo. Ben (John Lithgow), de 71 años, y George (Alfred Molina), de 60, llevan 39 años juntos y finalmente deciden casarse de forma oficial gracias a una nueva ley que permite el matrimonio homosexual.
Ben es un artista plástico y galerista retirado, mientras que George es maestro de música y director del coro de una escuela privada católica de la ciudad. La noticia de la boda es recibida con júbilo en el círculo de familiares y amigos de la pareja. Pero este acontecimiento feliz, contradictoriamente, genera una escalada de infortunios. La unión cívica provoca el despido de George; y dado que la pensión de Ben no es suficiente para sobrellevar los gastos del hogar, la situación obliga a la pareja a vender el departamento en el que han vivido desde hace 15 años. Elliot (Darren E. Burrows), el sobrino de Ben, decide llevárselo a su casa, junto a su esposa Kate (Marisa Tomei) y a su único hijo adolescente. Mientras George intenta reencauzar la nueva situación, buscando un nuevo empleo y tratando de tranquilizar a Ben; así, equilibra los momentos tristes con otros más alegres cuando ellos ya están separados: breves escapadas al teatro, al cine, tiernas llamadas telefónicas. Ambos luchan por salir de este revés y están dispuestos a hacer lo que sea necesario para recobrar su estabilidad. Las dificultades de la pareja se mezclan con las de sus familiares y amigos, y con el paso de los días la presencia de George y Ben se hace menos tolerable en los respectivos hogares en los que están alojados. Ben busca una comunicación continua con Kate, la mujer de su sobrino, una novelista que ya no lo quiere en su hogar. Y George vive en una casa donde constantemente hay fiestas —algo para lo que ya no tiene las energías de antes.
Sachs separa al matrimonio y se enfoca en los desencuentros que cada uno tiene en su nueva situación. El acento, donde se concentra el análisis narrativo, recae en la unión incondicional de ambos cuando su amor sereno ha sido puesto a prueba.
El amor es extraño es un relato que consigue conmover al espectador por su retórica llana y precisa, derivada del melodrama; una historia de amor que reflexiona sobre el sentimiento fundante de las parejas en sus diferentes formas: el romántico, el familiar, entre individuos, en una comunidad. El director aborda temas universales como la familia, la vejez, el anhelo del regreso al hogar, el arrepentimiento, la vergüenza de ocupar un espacio ajeno, recurriendo a un tratamiento natural que no exacerba ni sataniza las reacciones opuestas a la homosexualidad. Ahonda en las emociones de sus personajes sin superficialidades ni aspavientos abultados de conmiseración.
Alfred Molina y John Lithgow dotan a sus personajes de veracidad y delicadeza, transmitiendo desolación, respeto y genuino amor a través de sus miradas, sus sonrisas, sus besos, su complicidad. Brindan una clase de actuación para quienes solo consideran plausible la teatralidad como único motor del histrionismo cinematográfico. Algo que es posible gracias a la historia marcada por la sencillez estética a la que contribuye la fotografía de Christos Voudouris (Alps: Los suplantadores, 2011; Before Midnight, 2013), quien privilegia los tonos cálidos; algo igualmente patente en unos diálogos veraces que muchas veces se extienden sin que el espectador se desconecte: el razonamiento de los personajes se sigue vehementemente con la gestualidad, los ademanes, ciertos tonos en las palabras. Los actores entran en la dinámica de lo que están expresando y de lo que están hablando, al tiempo que las palabras nos proporcionan una información tan indirecta como valiosa sobre su forma de ver las cosas. La fuerza recae, desde la actuación, la fotografía y la edición, en una amalgama puntual de cuanto acontece en la ficción para increpar una realidad latente de la que nadie quiere volver a hablar por incómoda: legislar el matrimonio entre personas del mismo sexo puede ser válido frente a las instituciones públicas, pero no garantiza que sean cobijado por el resto de la sociedad. Sachs construye una historia que habla del amor auténtico, uno que busca sobrevivir en medio del egoísmo individual.