Reseña, crítica La favorita - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
The Favourite
La favorita
 
Irlanda/Reino Unido/Estados Unidos
2018
 
Director:
Yorgos Lanthimos
 
Con:
Olivia Colman, Emma Stone, Rachel Weisz, Nicholas Hoult
 
Guión:
Deborah Davis, Tony McNamara
 
Fotografía:
Robbie Ryan
 
Edición:
Yorgos Mavropsaridis Duración:
119 min.
 

 
La favorita
Publicado el 01 - Feb - 2019
 
 
  • Dada la fascinación del director Yorgos Lanthimos por las formas barrocas de la crueldad, la corte real británica en los albores del siglo XVIII parece ser un lugar apropiado para mostrar la evolución de su estilo. De hecho, son los juegos de poder, la manipulación, los códigos de comunicación y las interacciones humanas (e inhumanas) que son explorados a través de su mirada perspicaz y aguda. En este sentido, el contexto de referencia es perfecto para llevar a los personajes -y su necesidad de amor y dominación- a la exasperación.  - ENFILME.COM
 
por Luis Fernando Galván

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Yorgos Lanthimos continúa su viaje gradual hacia un cine aparentemente más dócil que el ímpetu provocador del principio de su carrera -la perversa Kinetta (2005), la hiriente Kynodontas (2009) y la desestabilizadora Alps (2011)- y las obras que lo llevaron al escenario internacional -la kafkiana The Lobster (2015) y la parábola fatalista The Killing of a Sacred Deer (2017)-. Por primera vez, el cineasta griego trabaja sobre un guion que no escribió (aunque él le solicitó a Tony McNamara que puliera el escrito de Deborah Davis) y en un contexto histórico que puede parecer completamente ajeno a su visión. No obstante, las obsesiones puestas en escena en La favorita (The Favourite, 2018) han sido siempre temas que ha explorado en mayor o menor medida. Dada la fascinación del director por las formas barrocas de la crueldad, la corte real británica en los albores del siglo XVIII parece ser un lugar apropiado para mostrar la evolución de su estilo. De hecho, son los juegos de poder, la manipulación, los códigos de comunicación y las interacciones humanas (e inhumanas) que son explorados a través de su mirada perspicaz y aguda. En este sentido, el contexto de referencia es perfecto para llevar a los personajes -y su necesidad de amor y dominación- a la exasperación. De hecho, ¿qué mejor escenario catastrófico para Lanthimos que el de un reino donde los que mandan tienen más poder que voluntad y los que están en las sombras trabajan la voluntad para conquistar el poder?

Durante el reinado de Anne (Olivia Colman), Inglaterra sigue en guerra contra Francia, poniendo a prueba su poder mientras conserva un estilo de vida decadente. Afectada por la gota y por los 17 abortos sufridos durante su vida, Anne es una mujer enferma e irascible, frágil y fácil de manipular. La nación sigue sobrecargada en pagar impuestos y deudas, preocupando a Robert (Nicholas Hoult), uno de los miembros del parlamento. Anne encuentra una amante en Sarah (Rachel Weisz), esposa del duque de Marlborough (Mark Gatiss) -un hombre que se encuentra concentrado en su labor como líder del batallón que intenta consolidar el triunfo en la guerra- que sabe exactamente cómo interpretar a la líder recurriendo a una serie de juegos sexuales para hacer valer el poder en privado y tomar el lugar de la reina en los asuntos de estado. Luego de que su familia queda en la ruina, Abigail (Emma Stone), la joven prima de Sarah, se presenta ante la corte para buscar trabajo. Más que ser una empleada doméstica, Abigail anhela algo más y para ello se aproxima a Anne, que se encuentra necesitada de compañía y atención constante. Sarah, sintiendo las intenciones de su astuta y tortuosa prima, busca cerrar los planes de Abigail, pero se encuentra con una oponente inteligente que pretende salirse con la suya.

Anne, que gobernó Gran Bretaña desde 1702 a 1714, ha sido relativamente poco explorada en los medios audiovisuales. Última soberana de la Casa de los Estuardo, la reina fue definida durante los siglos posteriores a partir de los pensamientos mordaces que Sarah escribió sobre ella después de su muerte. En este sentido, La favorita dramatiza y contextualiza la evaluación de Sarah de la reina como una mujer egoísta y obstinada. Lanthimos coloca a la monarca en el centro de un mundo sobrecargado donde los políticos se divierten organizando carreras de patos en los pasillos del palacio, donde la sala del trono está llena de conejos que deben recibir el cariño por todos los que ingresan a ella, y donde las nuevas propiedades se entregan como regalos de cumpleaños que una reina caprichosa le hace a su amante. La descripción de la élite gobernante a lo largo del relato -impulsada casi exclusivamente por la desesperada autoconservación y la mezquindad- hace de La favorita un campo fértil para que broten las ideas cínicas y sombrías como se podría esperar en un trabajo de Lanthimos, quien recurre a su fascinación por la inestabilidad emocional para crear un filme sobre la ambición, pero que sorprendentemente se vuelve compasivo y conmovedor, dejando ver una historia de amor conflictuada por las redes de la traición.

La favorita tiene la apariencia de ser un gran juego de ajedrez en el que cada personaje tiene un papel muy específico y se mueve con ciertos pasos particulares. Hay caballos elegantes y caballeros lujuriosos que a menudo aparecen como caricaturas. Peones y peatones, torres, obispos y una guerra que parece estar muy lejos de los acontecimientos del palacio. Pero ¿quién mueve y protege a la reina? Las dos primas sin escrúpulos. Al estar desprovisto de una figura protagónica masculina -que seguramente emplearía el poder como una herramienta de fuerza bruta-, el anhelo de dominio emana sutilmente de las involucradas para desplazarse como vapor a lo largo de las lujosas habitaciones, las recargadas salas de reunión y los vastos pasillos hasta penetrar el reino de lo privado e íntimo. En un principio, la disputa entre Sarah y Abigail esencialmente equivale a un drama glorificado de dos niñas caprichosas, vanidosas y ambiciosas de escuela secundaria, sólo que con diálogos más directos y refinados, pero sin ser rebuscados. Su rivalidad es alentada por Anne, quien, a pesar de ser la gobernante de un gran imperio, también es una figura solitaria y frágil, que traga pastel hasta vomitar, que va de habitación en habitación con su pierna hinchada y está constantemente asediada por políticos y asuntos de estado.

Con gran sentido del ritmo y agradable malicia, los excesos de este universo -que es al mismo tiempo cómico, grotesco, lujurioso y perverso- son capturados por la lente del cinefotógrafo irlandés, Robbie Ryan (Fish Tank, 2009; American Honey, 2016). Una exuberancia pictórica cuya luz de las velas recuerda los interiores de Barry Lyndon (Dir. Stanley Kubrick, 1975), pero la pintura de Lanthimos no se queda inmóvil en sus marcos, está en constante movimiento que muchas veces amenaza con estallar. Lanthimos representa el aislamiento de Anne y la opresiva extrañeza de su corte filmando las escenas con lentes ultra gran angular (también conocidos como ‘ojo de pez’) y en ángulos extremos e intimidantes, incluso colocando la cámara en posiciones inusuales como en las esquinas de las habitaciones o debajo de las escaleras, creando la ilusión de un gran espacio dentro del marco. De esta manera, el filme ofrece una visita guiada hiperreal del recinto, que para Abigail es un patio de recreo, pero para Anne es una jaula dorada. El diseño de producción es suntuoso y opulento, preocupado por resaltar constantemente la arquitectura barroca del Palacio de Kensington (aunque fue otra de las residencias de la reina Anne, Hampton Court Palace, y el palacio jacobino del siglo XVII conocido como Hatfield House, los que sirvieron como lugares de rodaje para la película), pero los adornos y ornamentos (paneles de madera llenos de tapices de las cuatro estaciones y pinturas de ninfas y sátiros), que contrastan con las paredes blancas y estériles del hospital de The Killing of a Sacred Deer, se sienten necesarios para enfatizar las cualidades de pesadilla del mundo representado. Lanthimos quiere que el entorno de este drama de época sea tan enclaustrado como el recinto casi carcelario de Kynodontas. Esta atmósfera sofocante hace, por citar un ejemplo, que la desesperación de Anne por encontrar a Abigail en medio de un extenso pasillo sea plausible.

La película dibuja perfectamente un fresco de intrigas cortesanas donde el comportamiento inestable de los tres vértices puede complicar y alterar no sólo sus deseos, sino también el camino de la guerra y el destino de una nación. Olivia Colman, Rachel Weisz y Emma Stone forman un triángulo erótico-amoroso subyugado por los celos y los intereses que cada una esconde en el abismo del propio inconsciente y cuya complejidad evoluciona paulatinamente. Colman entiende cómo hacer que Anne sea monstruosa y vulnerable a la vez, una gobernante que trata a sus damas de honor como juguetes debido a su deseo profundo e insaciable de atención y afecto; una reina con rasgos propensos a la histeria. Vestida con un traje de montar dominante y una cola de caballo, Weisz combina el poder y el deseo fetichista como una sola entidad; es tremendamente convincente como mujer provocadora y autoritaria, que se deleita con la influencia que posee sobre la reina y puede pronunciar un cumplido -o un insulto- con precisión quirúrgica. De ahí la importancia del lenguaje en el cine de Lanthimos; escuchamos a estos nobles decir groserías y hacer bromas rompiendo con la imagen tradicional que se tiene de la realeza en este tipo de filmes de época. Stone evoca la imagen de una sirvienta cuya amabilidad le da acceso a las cámaras de influencia más íntimas. La actriz estadounidense, con rasgos de bondad y dulzura, transita de la ingenuidad hacia la ambición y el oportunismo; sin dudar, se muestra venenosa e intrigante, y sus gestos son ideales para exponer la parquedad surrealista típica de los personajes de Lanthimos. Las tres están en el centro, cada una es parte de una trama que condiciona la vida de las dos restantes, y el punto de vista se torna continuamente con la intención de que el espectador se acerque emocionalmente a los tres personajes, y también porque los conceptos de víctima y verdugo cambian cual torbellino.

Este trío nos sumerge en una realidad en la que todos terminamos encontrándonos. ¿Quién no ha pasado de ser “el favorito” del momento a luchar contra el nuevo “favorito”, o ser aquel que debe elegir a su “favorito”? Es precisamente la universalidad de la situación lo que la hace actual y se adapta a cada latitud. Lanthimos no perturba con el vigor de sus filmes previos; opta por la linealidad y una provocación circunscrita al objetivo no solo para complacer al espectador en busca de novedades laberínticas, sino también para llegar a una audiencia más amplia. Pero, al colocar su visión en un círculo exclusivo dominado por impulsos y deformado por el poder, el cineasta griego logra dejar esa marca capaz de provocar, herir e insinuar.

 
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