Una visceral crítica a la misoginia
En un claro homenaje a las sátiras de horror corporal que caracterizan a David Cronenberg, The Substance, de la directora francesa Coralie Fargeat, presenta una mordaz distopía que critica el sistema capitalista y heteropatriarcal en el que vivimos. La película retrata un mundo donde el valor de una mujer está determinado por su apariencia, conforme a los cánones de belleza dictados por la publicidad, encargada de crear la ilusión de estándares inexistentes. Estos estándares, aunque irreales, ejercen un poder tan fuerte que definen lo que es considerado “hermoso” y, por ende, “deseable” en una sociedad marcada por la obsolescencia programada. El cuerpo se convierte en el protagonista, dividido entre su versión idealizada y la "monstruosidad" que representa el inevitable paso del tiempo, particularmente en el cuerpo femenino.
La trama se desarrolla en un momento indefinido en el tiempo, suspendido entre lo que pareciera la década de los ochenta y la actualidad, en un contexto que diseña a imagen y semejanza de Hollywood, lugar responsable de difundir un concepto específico de la objetivación de la feminidad, que termina desangrándose literal y metafóricamente frente a su principal consumidor: el público. En esta historia, una misteriosa sustancia se convierte en el Santo Grial que promete acabar con el envejecimiento, generando una "mejor versión" del individuo tras activarla. La película aborda específicamente la búsqueda desesperada de una mujer célebre por mantenerse vigente en la industria televisiva y los conflictos psicológicos que esto conlleva.
Predeciblemente, esta "mejor versión" es sinónimo de juventud y belleza en un mundo donde se espera que “las chicas bonitas siempre sonrían”. A la manera de Alien, la belleza interior surge literalmente de las entrañas e irrumpe en la materialidad mediante la destrucción de su fuente, la cual se vuelve el sustento de este parásito. A pesar de que ambas versiones coexisten y están intrínsecamente conectadas, como dos caras de una misma moneda que deben mantenerse en equilibrio, el deseo de fama de la versión “mejorada” termina por romper el balance y consumir por completo su propia existencia.
Con actuaciones cautivadoras, brillantes y absorbentes de Demi Moore y Margaret Qualley, la película pone el dedo en la llaga de los retos que enfrentan las celebridades femeninas cuando envejecen al grado de terminar siendo invisibilizadas, desechadas y simplemente reemplazadas por “carne nueva”. Lo material del contenido se ve potenciado por una puesta en escena altamente inmersiva: las tomas, simétricamente perfectas que resaltan el punto de fuga al estilo de Kubrick, combinadas con un diseño visual que evoca la estética pop con colores brillantes que evocan a Andy Warhol y David LaChapelle, así como un diseño sonoro que recuerda tanto a Nicolas Winding Refn como a Gaspar Noé con su creación de atmósferas que sumergen al espectador en un universo tanto inquietante como fascinante. La progresión del conflicto psicológico respecto a la percepción distorsionada de la realidad es magnificada mediante el uso de lentes angulares que se enfocan en el cuerpo con tomas casi obsesivas de los glúteos que contrastan de forma satírica los efectos de la gravedad en un cuerpo juvenil en oposición con una versión más madura.
La directora también juega con la intertextualidad cinematográfica al hacer referencias a otros directores icónicos que la han influenciado (de Cronenberg a Kubrik, de Twin Peaks a Ducournau) o incluso se solaza haciendo guiños a la carrera de Demi Moore (como cuando homenajea su famosa secuencia depresiva en St. Elmo’s Fire). Sin embargo, Coralie Fargeat se enfoca tanto en la exageración irónica propia de la sátira para denunciar el medio de la farándula dirigido por el apetito libidinoso de hombres blancos mayores que suele quedarse en la superficie de lo que ataca y se pierde en únicamente señalando lo que critica, sin aportar una reflexión más profunda o una mirada más propositiva, por lo que su engolosada diatriba termina perdiendo “sustancia”.
A pesar de que la última parte de la película se enfoca en mostrar de manera minuciosa la destrucción del monstruo y al cumplir con los requerimientos del body horror con el derroche de sangre característico todo parece entrar en un loop repetitivo y derivativo, el universo ficcional creado por Fargeat se sostiene y no se desangra por completo. Como toda buena sátira, The Substance nos invita a cuestionar los extremos a los que estamos dispuestos a llegar como sociedad para satisfacer la mirada heteropatriarcal, que explota, consume y descarta los cuerpos femeninos una vez que alcanzan su fecha de caducidad, impuesta por un sistema económico que convierte un concepto irreal del cuerpo en su principal moneda de cambio.