Reseña, crítica Rush, pasión y gloria - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Rush
Rush, pasión y gloria
 
Estados Unidos / Alemania / Reino Unido
2013
 
Director:
Ron Howard
 
Con:
Chris Hemsworth, Daniel Brühl, Natalie Dormer, Olivia Wilde, Alexandra Maria Lara, Tom Wlaschiha
 
Guión:
Peter Morgan
 
Fotografía:
Anthony Dod Mantle
 
Edición:
Daniel P. Hanley, Mike Hill
 
Música
Hans Zimmer
 
Duración:
123 min.
 

 
Rush, pasión y gloria
Publicado el 27 - Sep - 2013
 
 
  • Niki Lauda y James Hunt protagonizaron una de las grandes batallas deportivas de la década de los setenta. El filme se concentra en sus personalidades y motivicaciones que los lanzaron a la pista en busca del triunfo.  - ENFILME.COM
  • Niki Lauda y James Hunt protagonizaron una de las grandes batallas deportivas de la década de los setenta. El filme se concentra en sus personalidades y motivicaciones que los lanzaron a la pista en busca del triunfo.  - ENFILME.COM
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  • Niki Lauda y James Hunt protagonizaron una de las grandes batallas deportivas de la década de los setenta. El filme se concentra en sus personalidades y motivicaciones que los lanzaron a la pista en busca del triunfo.  - ENFILME.COM
 
por Luis Fernando Galván

Por Luis Fernando Galván (@luisfer_crimi)

A finales de la década de los sesenta, el joven austriaco Niki Lauda, proveniente de una familia de dinero, invirtió en lograr su objetivo: ser piloto de automóviles. No sólo se trataba de un sueño profesional, sino de un anhelo vital que le permitiría respirar el peligro, aproximarse a la muerte y, paradójicamente, seguir con vida. Luego de un fugaz paso por la Fórmula Tres, llegó a BRM donde conoció al piloto Clay Regazzoni y, mediante su habilidad para los negocios, sus conocimientos sobre el funcionamiento de los automóviles y su perseverancia logró firmar para la Scuderia Ferrari. Durante una competencia en la Fórmula Tres, Lauda conoció a James Hunt –extrovertido y carismático piloto británico obsesionado con las mujeres, los autos, las carreras, el éxito y la victoria– que se volvió su más obstinado y terco rival. Hunt, quien había abandonado su carrera de medicina, tardó más en llegar a la Fórmula Uno que Lauda; debutó en 1973 con el equipo de su amigo Alexander Hesketh, y hacía 1976, el equipo McLaren lo contrató para sustituir al brasileño Emerson Fittipaldi.

A partir de esta serie de sucesos, mientras vivía en Austria, el guionista Peter Morgan (The Queen, 2006) se interesó en la figura de Lauda, uno de los grandes ídolos nacionales. Conoció la rivalidad con Hunt y buscó desarrollar una historia sobre antagonismo. Morgan es especialista en mostrar temperamentos asimétricos que entran en una pugna constante; entre los enfrentamientos que ha desatado se encuentran el del periodista David Frost contra el expresidente Richard Nixon (Frost/Nixon, Dir. Ron Howard, 2008); el brutal dictador Idi Amin contra el doctor Garrigan (The Last King of Scotland, Dir. Kevin Macdonald, 2006) o los políticos Gordon Brown y Tony Blair (The Deal, Dir. Stephen Frears, 2003). Morgan se acercó al retirado piloto austriaco en Ibiza y platicaron varias horas sobre automovilismo, velocidad y la rivalidad con Hunt: aquella entrevista fue el pilar que posibilitó el proyecto de Rush. Posteriormente, cuando el guión estaba casi listo, el realizador Ron Howard se interesó en él y decidió dirigirlo. A pesar de la ausencia del otro punto de vista, Howard y Morgan se entrevistaron con los dos hermanos de James Hunt para conocer una versión  cercana a la del piloto británico y evitar distorsionar los acontecimientos.

El filme retrata –con toda la complejidad que ameritan los personajes– las cualidades físicas, mentales, e incluso morales de cada uno de los pilotos, pero Howard mantiene una mirada alejada y evita lanzar algún juicio contra alguno de ellos. Además, se hacen evidentes las motivaciones, tanto personales como profesionales de cada uno de los pilotos: las razones que los abalanzaron hacia el precipicio, mirando de frente a la muerte y buscando el triunfo. Aunque se centra en la temporada de 1976 de la Fórmula Uno, Rush recapitula y brinda al espectador anécdotas y elementos para describir con lujo de detalle la personalidad de los contendientes, así como el origen de la añeja rivalidad que se remonta a una carrera de 1970 de la Fórmula Tres en el circuito de Crystal Palace en el Reino Unido. James Hunt (Chris Hemsworth) es alto, rubio y fuerte; acostumbra vestir playeras y camisas ligeras que permiten evidenciar sus atributos físicos; es carismático y agradable con los hombres; seductor y vigoroso con las mujeres; apasionado e impetuoso por los automóviles; inquieto y agresivo cuando las cosas no salen como él quiere; fiestero y bullicioso, pero también posee talento que acompañado con un atisbo de disciplina le permite, en un momento de tiempo libre, practicar mentalmente y visualizarse en la pista. Analiza y estudia cada uno de los movimientos de pies y manos que necesita hacer al manejar evidenciando que la coordinación y atención son las principales herramientas mentales que requiere un buen piloto. Niki Lauda (Daniel Brühl) es de estatura media; debido a la prominencia de sus dientes centrales su rostro se asemeja al de una rata; acostumbra vestir como un anciano; es serio y reservado con las mujeres; directo y franco con los hombres; inteligente y previsor con los automóviles; organizado, equilibrado y perseverante con sus proyectos de vida. Representa el espíritu germánico; desplaza los placeres mundanos de la vida y opta por la constancia, el trabajo diario y la disciplina. A pesar de su incompatibilidad, ambos comparten el rechazo familiar –el padre de Hunt quería que fuera médico; el de Lauda le retiró su apoyo cuando el joven austriaco se negó a formar parte de los negocios familiares–, la sagacidad y el deseo del triunfo.

Constantes secuencias de acción, que se justifican por la actividad propia de los corredores de automóviles, mantienen un ritmo enérgico y ágil que encuentra breves momentos de aparente calma al presentar las relaciones sentimentales de los pilotos, particularmente los momentos que comparte Lauda con su esposa Marlene (Alexandra Maria Lara) donde reflejan calidez y solidaridad. Mientras que Hunt, al igual que con los autos, vive relaciones aceleradas, primero con una enfermera (Natalie Dormer) y luego con la modelo Suzy Miller (Olivia Wilde), quien se convierte en su esposa. Se estructura, así, una dinámica emocional muy bien articulada que incide directamente en el desempeño de cada uno de los pilotos; los problemas maritales con Suzy pondrán nervioso a Hunt, pero desatarán una rabia que sólo podrá ser depositada en la pista traduciéndola en máxima velocidad. Por su parte, el enamoramiento con Marlene le permitirá, a Lauda, encontrar su felicidad, y al mismo tiempo, hallar en esa alegría un detrimento de su desempeño como piloto.

 

SPOILER ALERT

El punto álgido de la trama, orquestado por la meditabunda música de Hans Zimmer, se produce durante el Gran Premio de Alemania en el circuito de Nürburgring. Incluso, la primera secuencia del filme remite al pasaje ocurrido aquella lluviosa tarde de agosto de 1976: Howard muestra un cielo grisáceo y lúgubre; es la anunciación de un evento atroz y funesto. Ese año, después de haber obtenido su primer título de la Fórmula Uno en 1975, Lauda se propuso nuevamente ser campeón, y Hunt, quien ya había firmado con el equipo McLaren, plantearía una intensa lucha en contra del austriaco. A partir de lo ocurrido en el llamado “infierno verde”, donde la mínima falta de atención y las adversas condiciones climáticas se pagan duramente, ambos pilotos modificaron un poco lo que aparentemente era inmutable. La adversidad en Nürburgring hace caer a Lauda; así como el automóvil hace una parada en el pit y recibe ajustes y reparaciones mecánicas, el cuerpo requiere intervenciones quirúrgicas que dejaran secuelas de por vida. El fatal desplome del héroe trágico es necesario para admirar su grandeza; cual fénix, el piloto austriaco supera el mortífero ardor del fuego, y con el apoyo de su esposa, regresa al circuito de Fuji en el Gran Premio de Japón. Ante un escenario tenebroso, con la lluvia como telón de fondo, Lauda le ofrecerá a Marlene un acto de lealtad.

FIN DEL SPOILER

 

Competir representaba un riesgo fatal, incluso el metódico Lauda constantemente lo reitera: “hay un 20% de probabilidad de morir”. En aquella época predominaban las incipientes medidas de seguridad en el automovilismo; las ambulancias tardaban más de 15 minutos en llegar, los aficionados podían invadir la pista en cualquier momento, los fotógrafos se colocaban sobre el césped junto al circuito y las condiciones climáticas (lluvia y pista mojada) no eran factores para suspender una competencia. Diez pilotos fallecieron en pista durante los setenta, y el número disminuyó en las siguientes dos décadas hasta que en 1994, la del brasileño Ayrton Senna en el Gran Premio de San Marino, fue la última muerte en Fórmula Uno. Las fatalidades han disminuido gracias a personalidades como el neurocirujano Sid Watkins, quien, después de la muerte del piloto sueco Ronnie Peterson en 1978, creó la Comisión Médica de la FIA, así como la posterior fundación del Expert Advisory Group, equipo integrado por médicos, ingenieros y científicos encargados de la seguridad en las pistas.

Con el ojo pertinaz del cinefotógrafo Anthony Dod Mantle –habitual colaborador de Danny Boyle en 28 Days Later (2002), Slumdog Millionaire (2008) y Trance (2013), y de Lars von Trier en Dogville (2003), Manderlay (2005) y Antichrist  (2009)– Howard pone mucha atención en los detalles. Con puntualidad muestra el motor encendido, las llantas, el freno, el acelerador y el volante para combinarlo con un intrépido y ensordecedor sonido que retrata la sensación de máxima velocidad. Las imágenes tambaleantes de espejos retrovisores aluden al riesgo, a la cercanía con la muerte, pero también son la prueba de un resultado positivo, de la victoria, de seguir con vida. Contrariamente a ello, hay panorámicas estables que desde las alturas muestran volcaduras y colisiones donde, en muchas ocasiones, los pilotos pierden la vida, como el trágico caso de Helmuth Koinigg que solo es mencionado en el filme. Dod Mantle combinó tecnología moderna (las cámaras Arri Alexa Plus, Alexa Studio y la Canon EOS C300) con lentes de los sesenta y setenta (como el Baltar) para personificar a los automóviles logrando colocar al espectador al interior del vehículo compartiendo el asiento con el piloto. Utilizó cámaras de distintos tamaños; algunas de ellas eran emplazadas en los cascos a pocos centímetros de los ojos. Esto permite que el espectador visualice la amenaza constante que implica la suprema velocidad.

Para las secuencias de las carreras, Dod Mantle echó mano de varias cámaras pequeñas sujetadas alrededor del auto para mostrar la atrayente sensación de luz y color en movimiento al interior de un marco, el de la pantalla, simulando un cuadro futurista. No sólo este recurso visual, sino la actitud del filme transmiten la esencia del pensamiento futurista: Hunt es una remembranza del “queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad”, grito de guerra de la Italia futurista de principios del siglo XX. Lauda, con sus conocimientos sobre autopartes, aspira a la expresión suprema de la sociedad industrial: el perfeccionismo mecánico. Ambos comparten el ideal de la belleza del maquinismo; tanto Hunt como Lauda reafirman, desde distintos ángulos, las palabras de Filippo Tommaso Marinetti: “un coche de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo, un automóvil rugiente, que parece correr sobre metralla, es más bello que la alada Victoria de Samotracia”. Esa nueva belleza es reconocida por Hunt cuando le presentan un March 73 color blanco; automóvil límpido, inmaculado, glorioso y lleno de resplandor sin logotipos de patrocinadores. Por su parte, Lauda, mucho más contenido y reservado, aprecia la belleza de la velocidad en las características específicas de la máquina: el peso del motor, caballos de fuerza, amortiguadores y rodamientos, entre otros.

Rush es una pequeña porción que refleja, atinadamente, la agitada vida durante los años setenta. Herederos de los movimientos contraculturales de la década anterior, agentes pasivos y activos de las revueltas estudiantiles del 68, seguidores de The Beatles, así eran los jóvenes, con el cabello largo y desaliñados, como Hunt quien concentró la inquietud y bullicio de su generación en los senderos del automovilismo. El filme es una seductora atmósfera para cualquier hombre –autos a toda velocidad, modelos atractivas, y el constante fluir de bebidas espumosas–; y aunque pareciera una capa superficial, no lo es; Rush logra involucrarse en las motivaciones, actitudes y posturas de dos seres humanos, distintos entre sí, pero igual de fascinantes, impulsados por la velocidad. El guión de Morgan está articulado para resaltar a dos hombres que siempre tienen las palabras correctas para cada uno de los momentos que viven. Algunos de los diálogos resultan forzados y poco creíbles, están fuera de lo cotidiano; en cada una de las batallas verbales entre Hunt y Lauda, las palabras se enlazan a la perfección para construir un engranaje oral que impulsa el ritmo visual del filme. Howard consigue exaltar el movimiento agresivo, la máquina potente, el impetuoso deseo de triunfo, la ardiente rivalidad, la excitada carrera, el salto mortal. Es un homenaje a dos pilotos que vivieron con el volante anclado a sus manos y que siempre condujeron convencidos por el circuito de la órbita que eligieron.

 

 
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