Por Julieta Navarrete (@Juletiux)

Ezra Miller sintió amor por la ópera desde muy temprana edad, cantó con la Ópera Metropolitana de Nueva York, y fue precisamente un sueño que tuvo con Beethoven de protagonista, lo que le provocó la epifanía de dejarlo todo para ser actor. Siempre pensó que la escuela no era para él, que carecía de sentido porque el salón de clases le parecía restrictivo y condescendiente, un lugar donde no se le ofrecían experiencias que lo llenaran. En cambio, trabajando con Tilda Swinton, Ellen Burstyn y Ellen Barkin, ha ido aprendiendo todo lo que quiere de su oficio fuera del marco de una institución que lo hubiera atado, según su percepción. Lo que ha aprendido con ellos, para él, es equivalente a la educación de la vida. En el sueño que lo iluminó, Beethoven lloraba diciéndole que solamente había escrito cuatro sinfonías, mientras Ezra lo incitaba a seguir adelante con lo suyo al tiempo que intentaba alejar una masa de gente amorfa y gris, una metáfora de lo que el colegio significaba para él.

Su carrera en el cine comenzó en el 2008 con Afterschool, en donde interpretó a un chico que graba accidentalmente la muerte de dos estudiantes involucradas con las drogas. A partir de entonces, ha tenido papeles en los que interpreta a adolescentes que son, en cierta forma, problemáticos o rebeldes. Desde City Island donde lidia con un fetiche sexual por las personas obesas, pasando por Beware the Gonzo, en donde lidera un movimiento underground rebelde para hacer escuchar la voz de nerds e inadaptados mediante el poder que le da ser un periodista. En Happy Day interpreta a un adolescente homosexual que tiene más problemas lidiando con su familia que con el resto de la sociedad.

En el 2011, Ezra Miller se convirtió en la pesadilla de todas las madres primero con su papel en Another Happy Day, donde es el hijo drogadicto e insolente de la actriz Ellen Barkin. Después interpretó a Kevin en la aclamada obra de Lynne Ramsay, We Need To Talk About Kevin (Tenemos que hablar de Kevin), que marcaría un ascenso definitivo en su carrera, poniéndolo en la mira de la crítica de forma positiva.

En Tenemos que hablar de Kevin, mantiene una intensa lucha psicológica con su madre en pantalla, Tilda Swinton, de manera convincente y escalofriante. Logró su papel en parte gracias a haberse alejado de su madre real durante la filmación, y aseguró haber tenido pesadillas en las que Eva (el papel de Tilda) era su madre real y él era Kevin, pero al mismo tiempo él mismo. A veces todavía siente que, como su personaje, mató gente, pero es precisamente esa ilusión lo que le atrae de la actuación: aunque se trata de algo irreal, lo que se proyecta cuando se hace bien el trabajo lo hace parecer verdadero.

Kevin tuvo muchas repercusiones para Ezra también respecto al trato que le daba la gente. Afuera de los cines le gritaban que era malvado, alguien en Cannes dudó de estrecharle la mano cuando lo conoció, como si le tuviera miedo y un amigo cercano con el que salió a bailar le dijo “Me voy a ir. Te quiero pero no puedo verte a la cara más…”. Para él fue gratificante que su actuación provocara esas reacciones.

Cuando no actúa, Miller continúa alimentando su pasión por la música y es baterista y vocalista de la banda Sons of an Illustrious Father, que están próximos a sacar su segundo álbum de estudio. Sus planes a futuro incluyen esperar el estreno de The Perks of Being a Wallflower, donde interpreta al hermanastro de Emma Watson y que mantiene a su novio en secreto, sin confesar que es homosexual. En puerta están los planes de protagonizar Madame Bovary al lado de Mia Wasikowska.

Fácilmente se le podría encasillar en el papel de adolescente problemático, pero ¿qué adolescente no lidia con problemas en algún momento de su vida? Ezra Miller ha convertido sus papeles en una manera de explorar su propio tiempo como adolescente, interpretando a estos personajes que en cierta forma viven torturados o en el marco de una familia disfuncional. Fuera de sus personajes, ha creado a su alrededor un halo de polémica: fue detenido por posesión de drogas y no se arrepintió, declaró ser gay y haber pasado durante un largo periodo de experimentación.

Nada ha evitado que lo sigan llamando una joven promesa, estrella en ascenso, un actor prometedor con grandes capacidades histriónicas, que seguirá protagonizando películas mientras da de qué hablar a los medios. Seguramente su trabajo como actor irá madurando y sorprendiendo cada vez más en tanto mantenga la aspiración de provocar que su rostro quede grabado en la memoria del público, para bien y para mal.

Ver Reseña We Need to Talk About Kevin