Retrato: Sam Taylor-Johnson - ENFILME.COM
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  RETRATO
 
BIOGRAFÍA
Sam Taylor-Johnson
 
 
Fecha y lugar de nacimiento: :

4 de marzo de 1967.

Londres, Inglaterra.



 
FILMOGRAFÍA
Fifty Shades of Grey
2015
Estados Unidos

Nowhere Boy
2009
Reino Unido

Love You More
2008
Reino Unido

Destricted
2006
Estados Unidos

Sam Taylor-Johnson
Publicado el 26 - Feb - 2015
 
 
  • Retrato: La obra de la fotógrafa, videoartista y cineasta británica, Sam Taylor-Johnson, consiste en la creación de escenarios ambiguos que se centran en los extremos de la emoción humana; oscilan entre el deseo y la ira, la soledad y el aburrimiento, presentando situaciones enigmáticas cargadas de una energía latente que explota en cualquier momento. Sus trabajos previos a su más reciente película,
  • Retrato: La obra de la fotógrafa, videoartista y cineasta británica, Sam Taylor-Johnson, consiste en la creación de escenarios ambiguos que se centran en los extremos de la emoción humana; oscilan entre el deseo y la ira, la soledad y el aburrimiento, presentando situaciones enigmáticas cargadas de una energía latente que explota en cualquier momento. Sus trabajos previos a su más reciente película,
  • Retrato: La obra de la fotógrafa, videoartista y cineasta británica, Sam Taylor-Johnson, consiste en la creación de escenarios ambiguos que se centran en los extremos de la emoción humana; oscilan entre el deseo y la ira, la soledad y el aburrimiento, presentando situaciones enigmáticas cargadas de una energía latente que explota en cualquier momento. Sus trabajos previos a su más reciente película,
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  • Retrato: La obra de la fotógrafa, videoartista y cineasta británica, Sam Taylor-Johnson, consiste en la creación de escenarios ambiguos que se centran en los extremos de la emoción humana; oscilan entre el deseo y la ira, la soledad y el aburrimiento, presentando situaciones enigmáticas cargadas de una energía latente que explota en cualquier momento. Sus trabajos previos a su más reciente película,
  • Retrato: La obra de la fotógrafa, videoartista y cineasta británica, Sam Taylor-Johnson, consiste en la creación de escenarios ambiguos que se centran en los extremos de la emoción humana; oscilan entre el deseo y la ira, la soledad y el aburrimiento, presentando situaciones enigmáticas cargadas de una energía latente que explota en cualquier momento. Sus trabajos previos a su más reciente película,
 
por Luis Fernando Galván

Cuando tenía veinte años, Sam Taylor-Johnson (también conocida como Sam Taylor-Wood) simpatizó con las ideologías del feminismo y nihilismo; a los treinta, se dedicó a la fotografía y al video, se convirtió en madre y superó las enfermedades que padeció (en 1997 la diagnosticaron con cáncer de colon; y en 2000, con cáncer de mama); a los cuarenta, la mujer reinventó su carrera, incursionó en el cine y comenzó una relación con un hombre mucho más joven (el actor Aaron Taylor-Johnson). En medio de sus éxitos y reconocimientos como artista visual, sus satisfacciones como madre, las dificultades de la enfermedad, las críticas por su separación con su exposo, Jay Jopling (exitoso comerciante de arte), Sam Taylor-Johnson es una mujer que con mucho aplomo ha buscado alternativas y nuevos proyectos para reinventarse como artista y mujer. En 2014, se dedico de tiempo completo a su nuevo proyecto como directora: la adaptación cinematográfica de la exitosa novela erótica de E.L. James, Cincuenta sombras de Grey (Fifty Shades of Grey, 2015). 

Después de graduarse en 1990 del Goldsmith College en Londres, Sam Taylor-Johnson se dedicó inicialmente a la escultura. Muy pronto, comenzó a trabajar en el departamento de vestuario de la Royal Opera House en Covent Garden. El teatro, la ópera, el drama desarrollado al interior de un edificio y la explosión de emociones que ocurrían en las artes escénicas, reorientaron su práctica artística, previamente minimalista, hacia una puesta en escena más elaborada, donde ella pudiera manipular el espacio, los objetos y las personas. Estas preocupaciones, vinculadas a su creciente interés en el video y en el cine como medios de observación directa de la vida cotidiana, la motivaron a intervenir, reconfigurar y alterar los espacios y los sujetos que utilizaría en sus posteriores fotografías y videoinstalaciones. 

La artista británica comenzó a llamar la atención de la crítica especializada por la mezcla de humor y crítica social que estaba presente en sus primeras obras. Perteneciente al grupo de artistas británicos denominado Young British Artists (YBAs) –cuyo más emblemático y conocido integrante es Damien Hirst–, la artista realizó dos autorretratos fotográficos. Fuck, Suck, Spank, Wank (1993), donde se muestra vulnerable, pero también en una actitud de confrontación, apareciendo con sus pantalones abajo alrededor de sus tobillos. En Slut (1993), sobre fondo negro emerge el rostro de la mujer con los ojos cerrados y una ligera sonrisa, se revelan dramáticamente unas mordeduras en su cuello. Ambos trabajos son una preocupación sobre la sexualidad femenina y la negativa a considerar a la mujer como un objeto pasivo en el acto sexual; un discurso que 20 años después se contradice al dirigir Cincuenta sombras de Grey. De aquella primera etapa también destaca 16 mm (1993), un video en el que baila al son del fuego de una ametralladora. Si bien esto no suena como un trabajo particularmente sutil, sí lo era en comparación con el de sus homólogos, quienes en aquellas primeras exposiciones colectivas escandalizaron al público mostrando  piezas que incorporaban animales muertos (Damien Hirst) y fluidos menstruales (Tracey Emin).

Al año siguiente presentó Killing Time (1994) una videoinstalación proyectada en cuatro pantallas; en cada una de ellas aparecía una persona filmada en su propia casa. Las cuatro personas recitan con nulo entusiasmo y en playback fragmentos del libreto de Electra, la ópera de Richard Strauss. Los estados emocionales y físicos son letárgicos y aburridos sin la pasión y energía del texto original. Entre ellos no hay ningún tipo de conexión; salvo la ópera, que está perfectamente sincronizada con la imagen, ofreciendo una atmósfera externa de conexión. Es una obra sobre el violento aislamiento del individuo incapaz de establecer relaciones con sus semejantes y hacia el exterior. Otra de sus obras más representativas es Five Revolutionary Seconds (1995), una serie fotográfica donde la cámara tarda cinco segundos en recorrer los 360 grados necesarios para captar la imagen del interior de una casa y las personas que ahí se encuentran. Esta estrategia se percibe en una escena de Cincuenta sombras de Grey, cuando Ana llega por primera vez al departamento de Christian: la secuencia inicia con un plano medio frontal de Ana, quien sorprendida observa el interior del lujoso departamento. Conforme ella avanza, la cámara comienza a desplazarse en un giro de casi 360 grados para mostrarnos, en un plano abierto, el interior del recinto de Grey. Las fotografías panorámicas de Five Revolutionary Seconds, de casi ocho metros de largo, generan una serie de “imágenes escena” que distorsionan el espacio original y abren abismos entre los personajes que habitan el espacio evidenciando que todo se trata de un simulacro, de una puesta en escena orquestada por la artista. Ella, como directora, coloca a los personajes en el espacio y les indica las actitudes que deben adoptar; todas y cada una de ellas son acciones aisladas que constatan el hastío, aburrimiento, fatalismo y narcisismo de la época contemporánea.

En 1997, Taylor-Johnson ganó el premio para la artista joven más prometedora en la Bienal de Venecia. Casada con Jopling –el propietario de la prestigiosa galería White Cube de Londres– dio a luz a su primera hija, Angelica. En diciembre de ese año, cuando Angelica tenía ocho meses de edad, el impulso de su carrera artística se detuvo cuando fue diagnosticada con cáncer de colon. La artista continuó trabajando y fue preseleccionada para el Premio Turner de la Tate Gallery en 1998. Tres años más tarde, se le diagnosticó un cáncer de mama y se sometió a la mastectomía y seis meses de quimioterapia. Ella se negó a tomar Tamoxifen, el medicamento contra el cáncer que le habían sugerido, en parte para preservar su fertilidad, y la apuesta funcionó con el nacimiento de Jessie en 2007. Su trabajo se volvió más meditativo; la ironía seguía presente, pero se concentró con mayor fuerza en la soledad, el aislamiento, la pena y el paso del tiempo. El shock existencial de la mortalidad fue explorado en el video, Still Life (2001), donde la artista reinterpreta el tema de la naturaleza muerta dando la mayor visibilidad posible que aporta el audiovisual frente al estatismo de la imagen pictórica; la cámara estática captura el proceso de descomposición de la fruta, hasta quedar convertida en una masa amorfa de color gris. Un año más tarde realizó un segundo video,  A Little Death (2002), donde el proceso de descomposición es el mismo, pero la fruta es sustituida por una liebre muerta aludiendo a El buey desollado (1655) de Rembrandt. A diferencia del cuadro del pintor holandés, el video de Taylor-Johnson sobre la caducidad de la vida incorpora nuevos parámetros propios del cine de terror y del gore, mediante la posibilidad de introducir el proceso de descomposición paso a paso de objetos y cuerpos. La artista busca una reconfiguración del medio pictórico mediante la tecnología del video para explorar los conceptos de la mortalidad y el paso del tiempo, así como lo hacían los maestros de la pintura holandesa.

También hay otras piezas artísticas donde se observan las referencias a la iconografía cristiana empleada en la pintura renacentista y flamenca. El ejemplo más claro de esto es la serie Soliloquy (1998); fotografías inspiradas en el formato de los antiguos retablos, cuya composición consiste en una imagen principal, de una figura aislada, y una predela inferior en la que aparecen una multitud de personajes capturados con la misma técnica del barrido de 360 grados que empleó en  Five Revolutionary Seconds. De esta manera, el tema principal es suspendido por encima de la secuencia de imágenes que representan fantasías subconscientes. Tradicionalmente, en los retablos, aparecen los cuerpos celestes (divinidades y santos) en la parte de arriba, mientras que los elementos terrestres permanecen abajo. En Soliloquy se recurre a la misma separación: lo sublime se despega de lo terrenal, pero en conjunto, es la representación del consciente y el inconsciente. Arriba está el individuo que piensa; abajo, su reflexión y la carga de angustia.

El trabajo de Taylor-Johnson también examina la división entre el ser y la apariencia. En Prelude in Air (2006), la artista filmó a un músico tocando una pieza de violonchelo de Bach, pero el instrumento fue borrado. Asimismo, en Breach (Girl and Eunuch) (2001), una chica es retratada sentada en el suelo en medio de la pena que la agobia, pero el sonido de su llanto se ha eliminado. A menudo, la artista coloca sujetos humanos –ya sea individualmente o en grupos– en situaciones donde la línea entre el sentido interior y el exterior están en conflicto. Su lánguido y silencioso retrato fílmico de David Beckham, por ejemplo, ofrece una alternativa serena a esta celebridad vista en los medios de comunicación como una persona en constante ajetreo, rodeada de glamour y acechada por sus seguidores. David (2004) es un retrato íntimo del exfutbolista que fue filmado en una sola toma durante varios minutos ofreciendo una imagen vulnerable de este icono del deporte internacional. A primera vista puede considerarse que ella está fascinada con la cultura popular y con la figura de la celebridad: su serie Crying Men (2002-2004), en la que actores tan emblemáticos como Dustin Hoffman, Laurence Fishburne, Benicio Del Toro, Jude Law y Sean Penn, entre otros, lloraron frente a su cámara, fue criticada por algunos que la consideraban publicidad en lugar de arte, pero se trata de una propuesta sensible e incisiva que analiza el tema de la apariencia en la sociedad actual. Los “dioses” de Hollywood se ven reducidos a lo que verdaderamente son hombres vulnerables capaces de sufrir y llorar. ¿Quiénes los han colocado en ese pedestal? ¿Ellos o nosotros? La serie también cuestiona el vínculo entre el artificio de la actuación y la liberación de emociones reales que están dentro del intérprete y del espectador.

En Pieta (2001), un video en el que la artista acuna el cuerpo, aparentemente sin vida de Robert Downey Jr., reflexiona y cuestiona el mundo secular posmoderno de la idolatría. Los iconos religiosos han sido sustituidos por la alabanza excesiva hacia la celebridad. Los famosos se han convertido en receptáculos de imágenes para proyectar nuestras aspiraciones y afirmar nuestra existencia; ellos nos permiten escapar de nuestra cotidianidad. Como resultado, hemos desarrollado una relación casi esquizofrénica con ellos, convirtiendo sus intimidades de la vida real en eventos públicos de espectacularidad mediática, sin importarnos que hayan caído en desgracia, los seguimos mostrando y exhibiendo sin piedad. Cuando Taylor-Johnson hizo esta obra, ella había superado el cáncer, y Downey Jr. se encontraba en rehabilitación; ambos, de algún modo, estaban cercanos a la muerte. Más allá de las connotaciones de sacrificio que conlleva ser una celebridad, la obra adquiere un aspecto más universal de la humanidad. Se trata de la necesidad de  sentir el calor de una madre que nos acompaña en el nacimiento, en la vida y en la muerte; un ser cercano a lo divino que nos ayuda a encontrar la redención a pesar de los caminos que hayamos escogido.

Entre 2004 y 2008; Taylor-Johnson realizó una serie de autorretratos donde simuló un efecto de levitación, como si ella estuviera flotando en el espacio. En Bram Stoker’s Chair (2005), la silla en cuestión, sobre la cual la mujer realiza sus contorsiones, no proyecta su sombra tal como lo hacía Drácula. La idea de la sexualidad femenina liberada de las ataduras de la sociedad victoriana es relevante si se toma en cuenta cómo se han construido y coreografiado estas imágenes. Taylor-Johnson fue atada y colgada de unas cuerdas conectadas al techo durante varias horas. Mediante la manipulación digital, las cuerdas fueron eliminadas para que no aparecieran en el producto final y de esta manera dar la impresión de que la mujer está flotando. La liberación de su cuerpo le permite flotar libremente en el aire. La artista, entonces, reclama un control total sobre su propia imagen, contrarrestando la mirada tradicionalmente masculina de la cámara. Construida con el mismo método que Bram Stoker’s Chair, en la serie Self-Portrait Suspended (2004) aparece la artista elegantemente “atrapada” entre el cielo y la tierra, entre la vida y la muerte, en momentos de una atractiva coreografía ejecutada en el aire.

Taylor-Johnson incursionó por primera vez en el cine narrativo cuando colaboró en el filme colectivo, Destricted (2006), al lado de otros artistas visuales como Marina Abramovic, Matthew Barney y Richard Prince, entre otros. El proyecto consistió en siete cortometrajes eróticos que exploran la delgada línea entre el arte y la pornografía reflexionando sobre la representación de la sexualidad en el arte y abriendo el debate sobre si el arte puede ser disfrazado como pornografía o viceversa. El filme de la directora británica, Death Valley, está ambientado en uno de los lugares más calientes del planeta (el Valle de la Muerte al sureste de California) y se centra en un hombre que explora la experiencia de la autoestimulación. Los temas presentes en esta breve obra cinematográfica son la satisfacción erótica con uno mismo, el alivio, la necesidad, la condición de culpa y la estigmatización cultural que esto conlleva. La mirada femenina deposita su interés en la masturbación de un hombre; una dinámica que pudo haberse repetido en Cincuenta sombras de Grey, pero en este último Sam Taylor-Johnson se mostró pudorosa, seguramente por la petición de los productores para no obtener una clasificación que limitara su distribución;  no hay desnudos frontales de Jamie Dornan; la mirada vouyerista del espectador es frenada, la cámara sólo contempla el rostro de Grey y de vez en cuando su torso, espalda y brazos.  Posteriormente dirigió Love You More (2008), cortometraje presentado en el Festival de Cine de Cannes que se centra en una historia de amor de dos adolescentes que escuchan el single “Love You More” de los Buzzcocks, durante el verano de 1978.

En el ámbito personal, en octubre de 2008, Taylor-Johnson y Jopling terminaron su matrimonio de 11 años. Sólo un año más tarde, ella y Aaron Taylor-Johnson, que tenía 19 años, anunciaron su compromiso durante la premiere británica de Nowhere Boy (2009), su primer largometraje, y meses después, anunció su embarazo. Taylor-Johnson tuvo una infancia poco convencional: su padre, un motociclista, se fue cuando ella tenía nueve años, y su madre, una instructora de yoga, la crió en una comuna antes de abandonarla cuando Taylor-Johnson tenía 15. Los paralelismos entre su propia infancia y la de John Lennon son probablemente lo que la atrajo con tanta fuerza para realizar Nowhere Boy. La película se centra en la relación de Lennon (Aaron Taylor-Johnson) con su tía Mimi (Kristin Scott Thomas), que lo crió, y su madre, Julia (Anne-Marie Duff), que lo abandonó y luego volvió a entrar en su vida años cuando Lennon era adolescente. Taylor-Johnson, inspirada en gran parte por una carta de Yoko Ono donde decía que “John amaba a la tía Mimi y la tía Mimi amaba a John”, decidió crear una historia mucho más triste sobre dos personas que hicieron su mejor esfuerzo, que se amaban mutuamente y que aún así, no pudieron salvarse el uno al otro. 

En 2014, la artista británica tuvo que lidiar con las intromisiones de la escritora, E.L. James, durante el rodaje de Cincuenta sombras de Grey. En un principio, a la escritora le sedujo la idea de la artista de convertir la historia de Anastasia y Christian en un cuento de hadas “adulto” y contemporáneo. A pesar de los roces y conflictos laborales entre ambas mujeres, y la sospecha de que Taylor-Johnson no fue libre de imprimir gran parte de su estilo y preocupaciones temáticas en la adaptación, la directora británica consiguió trasladar el modelo del cuento de hadas tradicional en una historia sobre el despertar sexual. La inocente y pura protagonista que se convertirá en princesa es sustituida por una ingenua y tímida estudiante de literatura; un multimillonario inmerso en el mundo capitalista es el clásico príncipe azul; ya no hay brujas, pero sí mujeres con tintes de maldad (ya sea la madre biológica de Grey o la señora Robinson, aunque no aparecen en pantalla, son aludidas); los bosques son sustituidos por zonas urbanas; los majestuosos castillos se transforman en imponentes edificios corporativos. Taylor-Johnson recurre al uso del color rojo como elemento expresivo asociado al infierno: las tonalidades rojizas y naranjas de la sala de juntas donde Christian y Ana negocian el contrato de amo-sumisa, y la habitación del dolor, donde Grey lleva a cabo los actos masoquistas.

La obra de Taylor-Johnson consiste en la creación de escenarios ambiguos que se centran en los extremos de la emoción humana; oscilan entre el deseo y la ira, la soledad y el aburrimiento, presentando situaciones enigmáticas cargadas de una energía latente que explota en cualquier momento. Sus trabajos previos a su más reciente película empujaban los límites físicos y psicológicos del ser humano para crear una realidad paralela representando situaciones y emociones cotidianas –gente peleando, llorando, durmiendo, comiendo, etc.–. Estas acciones, aparentemente normales, no sólo preservan los sentimientos y capturan los momentos decisivos, sino que pretenden componer narrativas convincentes asociadas a la vulnerabilidad y la fragilidad del cuerpo reflexionando sobre la  mortalidad del ser humano. La gran mayoría de estos temas no encontraron acomodo en Cincuenta sombras de Grey: en este filme, la artista británica crea, mediante una puesta en escena abrumadora, una atmósfera ostentosa donde, además de los cuerpos de los protagonistas, el poder del dinero es la principal herramienta para seducir al público. Los lujos y excesos están omnipresentes, pero son desaprovechados. La colección de Audis, el helicóptero, las oficinas de cristal, el opulento departamento, entre otros, sólo están ahí para engatusar a Anastasia y a los espectadores, pero no son empleados por la directora para indagar sobre los conflictos psicológicos internos de los personajes: angustia emocional, crisis nerviosa, histeria y locura. Además, los principios feministas sobre los que fundó su carrera han sido totalmente atropellados con una protagonista que se deja controlar a través del dinero. Cincuenta sombras de Grey representa un fracaso artístico para la directora. Difícilmente recuperará la credibilidad que la introdujo al mundo del arte. Pocos esfuerzos pueden borrar una sombra tan oscura en el trabajo de alguien.

 
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