Sabine (Béatrice Romand), una mujer de 25 años que estudia historia del arte en la Universidad de París y trabaja en una tienda de antigüedades, vive una aventura amorosa con Simon (Féodor Atkine), un hombre casado. Fastidiada ante la falta de compromiso del hombre y cansada de las incesantes llamadas telefónicas de la esposa y los hijos de su amante, decide poner fin a la relación. Declarando su intención de encontrar una relación seria y un marido propio, regresa a su ciudad natal de Le Mans. En esta región, Sabine asiste a una boda y su mejor amiga, Clarisse (Arielle Dombasle), le presenta a Edmond (André Dussollier), un abogado treintañero y atractivo, con buenos modales, posición social e ingresos. En un instante, Sabine decide que Edmond es el hombre con el que se casará, pero él desaparece antes de que ella tenga la oportunidad de conquistarlo. Convencida de que Edmond será el marido ideal, Sabine comienza una implacable campaña de seducción, llamando a su oficina repetidamente y buscando cualquier pretexto para volver a reunirse.
La interacción romántica es el motor de gran parte de los relatos cinematográficos de Éric Rohmer. Varios de los personajes que habitan su filmografía establecen una versión de su vida ideal y diseñan un plan para lograrla, por lo general, creando circunstancias en las que una persona se acercará “naturalmente” a ellos sin tener que lidiar con la incomodidad y la incertidumbre de una seducción tradicional. Reconocen que una serie precisa de circunstancias sociales hará que el enamoramiento sea inevitable. Aquí, en La buena boda (Le beau mariage, 1982) -segunda entrega de Comedias y proverbios-, el director francés explora la divertida idea de que uno puede hacer que el amor ocurra mediante un acto de voluntad. Sabine asume que si pasa suficiente tiempo con Edmond, si llama su atención para recordarle su existencia, él simplemente tendrá que enamorarse de ella. Y aunque ella no sólo calcula, sino también ejecuta, es incapaz de ver que, más allá de la leve diferencia de edades, su estilo de vida juvenil no encaja del todo con la postura madura del otro. Béatrice Romand es convincente al interpretar a una mujer decidida, temperamental y, por momentos, ingenua; la protagonista se construye una elaborada fantasía que, inevitablemente, choca con la realidad y la magnitud de su delirio. Podemos reírnos del candor de Sabine y de sus ingenuos intentos de escalada social, pero su destino final atrae nuestras simpatías y nos consuela la astucia que ofrece la perspectiva de un resultado mucho más feliz, no en el país de las maravillas, sino en el mundo real. El humor se manifiesta a lo largo del relato en una línea muy fina entre la sátira cruda y la vergüenza aguda, pero Rohmer nunca es cruel con su personaje.
Disponible en MUBI, aquí puedes verla
En alianza con MUBI, te ofrecemos 30 días gratis