Sean Falco (Robert Sheehan), un talentoso fotógrafo que no desea permanecer en una oficina, rechaza la propuesta laboral que su padrastro le ofrece. Para mantener la vida que lleva, trabaja medio tiempo como valet de un restaurante italiano junto con su amigo Derek (Carlito Olivero), pero lejos de las propinas que reciben, su fuente de ingresos se debe a que, mientras las personas comen en el lugar, uno de ellos toma el automóvil que recién recibe y con ayuda del GPS lo redirige a la casa de los comensales, robando sus pertenencias mientras ellos disfrutan sus alimentos. Cuando Cale Erendreich (David Tennant) llega al lugar en un lujoso Maseratti y con una actitud arrogante, ambos amigos imaginan la cantidad de dinero y objetos que pueden conseguir de una persona así, por lo que ejecutan la misma rutina. Sean es el encargado de robar el lugar en tanto Derek vigila la estancia del hombre en la mesa del restaurante. Mientras revisa las pertenencias de Cale, descubre una habitación con un gran cerrojo en la entrada, pensando que dentro del lugar debe encontrarse algo muy valioso para vender, Sean entra y descubre dentro a una mujer, Katie (Kerry Condon), amarrada con correas de cuero y metal a una silla. A pesar de estar amordazada, la joven le pide ayuda, pero mientras la intenta asistir, las cámaras de vigilancia de Cale se encienden y el fotógrafo, asustado, deja a Katie a su suerte. Al llegar al restaurante, tras contarle lo ocurrido a Derek, llama desde un teléfono público a la policía para denunciar el posible secuestro, pero Cale es un hombre muy observador que descubre que alguien ha estado en su casa, así que comienza a maquinar una serie de coartadas que lo librarán de cualquier acusación. Sean no encuentra apoyo en la policía local, por lo que escalará hasta el FBI para encontrar la asistencia que necesita, pero el millonario se entera de todo, y en una suerte de castigo, comienza a hacerle daño a la familia y amigos de Sean.

Latidos en la oscuridad (Bad Samaritan, 2018), el segundo largometraje de Dean Devlin (Geostorm, 2017), inicia con un apacible ritmo, presentando a los personajes con calma y detenimiento. Es posible percibir las cualidades artísticas que Sean posee, así como los motivos por los que no quiere alienarse a un sistema laboral rutinario; también se toma su tiempo para definirnos la brújula moral con la que el protagonista se conduce, mostrando -a través de una escena ocurrida en el restaurante- que el joven no le roba a todos, sino a aquellos que él cree que lo merecen; de igual manera, la relación con su amigo Derek se construye de manera natural, evocando diálogos cotidianos y una dinámica sencilla expuesta a partir de la complicidad que los une. Uno de los elementos a destacar en el filme, es el manejo de cámara de David Connell, que consigue plasmar a la ciudad de Portland en tonalidades que van desde los rojizos que abundan en la vida nocturna hasta una gama en tonos verdes que hace juego con la nieve que va cayendo en el lugar de reclusión del villano. El cineasta logra insertar referencias del género que embonan con soltura en la trama, desde el cautiverio de Katie, que emula la dinámica entre Buffalo Bill y Catherine Martin en The Silence of the Lambs (1991); hasta la fijación de Cale por las personas que infringen una falta hacia él, muy parecido a la trama del filme The Collector (2009). Sin embargo, el guion –realizado por Brandon Boyce- que en un principio mantiene un fluido desarrollo, olvida paulatinamente a los personajes que se habían construido con anterioridad y termina recurriendo, incluso en la motivación del asesino, a un nuevo personaje que, a partir del diálogo, intentará atar aquellos cabos que quedaron sueltos en el camino.

Fecha de estreno en México: 10 de agosto, 2018.

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