Alexandre (Melvil Poupaud), un abogado y un hombre de familia que reside en Lyon, se enfrenta gradualmente a un demonio que ha estado oculto dentro de él durante más de 30 años. Cuando era menor de edad, sufrió abusos sexuales a manos del padre Bernard Preynat (Bernard Verley) y, para su sorpresa, no es el único. Alexandre descubre que el sacerdote que abusó de él quedó impune por el Vaticano y todavía está trabajando con niños. Justo cuando uno piensa estar frente al protagonista de una película que claramente ha dibujado sus coordenadas, con una brecha inesperada, pasamos con François (Denis Ménochet), al principio reacio a resucitar una historia que considera enterrada, y eso en cambio termina convirtiéndose en el motor del relato; de él se remonta al doctor Gilles (Éric Caravaca) para finalmente llegar a Emmanuel (Swann Arlaud), completamente diferente de los demás, que en el momento del abuso era simplemente el hijo de un ferviente católico. Emmanuel es el que ha sufrido las consecuencias del abuso de una manera más tangible, tanto para ser marcado en lo físico como en lo psíquico. Al unirse con todos estos hombres abusados en el pasado, Alexandre comienza una batalla no solo con la ley, sino también con las construcciones internas más profundas de la Iglesia Católica.
Reconocido por su enfoque visual en las dinámicas del cuerpo humano, François Ozon elabora una investigación directa, sorprendentemente naturalista y convencional en su representación, abandonando las visiones abstractas de sus obras anteriores, para deleitarse con la pura monstruosidad y crueldad del tema del abuso sexual. Por la gracia de Dios (Grâce à Dieu, 2018) es implacable en su ritmo suave y pasivo, que acelera a medida que las correspondencias por correo electrónico entre la víctima, el psicólogo y el Cardenal tejen la narrativa. Pero en poco tiempo, a medida que los personajes son presentados, estamos inmiscuidos en meses de investigación dolorosa que ha impedido el bienestar mental de los hombres. Por lo tanto, el análisis que propone Ozon se centra principalmente en los efectos del acoso en la vida de los personajes: psicológicos, relacionales, religiosos, incluso físicos. El filme no es visualmente un espectáculo, incluso formulaico en su cinematografía, pero es el mensaje el que posee el verdadero poder y propósito que Ozon evidentemente desea transmitir. Existía el riesgo de caer en una exageración estilística, de forzar demasiado las actuaciones, de querer buscar la participación emocional de una manera muy retórica. En cambio, la película fluye de una manera elegante y equilibrada, con una indignación siempre presente, clara e inconfundible, pero nunca melodramática. Por la gracia de Dios es conmovedor, por decir lo menos, aportando un fuerte sentido de conciencia a este llamado de atención para la institución religiosa. Ozon organiza y argumenta la crónica como una reacción en cadena compuesta. Y también logra, especialmente con respecto a los parámetros habituales de su cine, ser extremadamente medido; mantiene el equilibrio en cada uno de sus actores con el objetivo de resaltar la fragilidad, la naturaleza contradictoria de sus personajes, todos irreparablemente rotos, cada uno a su manera, por el trauma de la violencia.
Fecha de estreno en México: 12 de diciembre, 2019.