Mary Portman (Naomi Watts) es una psicóloga cuyo marido muere en un accidente automovilístico mientras que su hijo Stephen (Charlie Heaton) queda paralizado después del trágico suceso. Ella se convierte en una reclusa de su casa, ubicada en una zona boscosa de Nueva Inglaterra, ya sea recibiendo a sus pacientes para darles consulta o cuidando a su hijo. Uno de esos pacientes es un niño sordo llamado Tom (Jacob Tremblay), quien un día escapa de su hogar para hacer una rápida escala en la casa de Mary y luego desaparecer misteriosamente. A partir de ese evento, se desatan una serie de extraños acontecimientos que Mary no sabe cómo confrontar, principalmente cuando la línea que separa los sueños de la realidad comienza a desvanecerse.
En los primeros minutos de Presencia siniestra (Shut In, 2016), el cineasta británico, Farren Blackburn, ofrece los elementos suficientes para esperar un thriller psicológico vagamente influenciado por Alfred Hitchcock, pero muy rápido, las esperanzas se desvanecen y sólo queda una propuesta débil, repetitiva y un giro poco probable y efectivo para la resolución que plantea el guión de Christina Hodson. En un paso acertado, el filme muestra cómo una familia amorosa y unida es arrojada violentamente a un abismo traumático para posteriormente indagar en la soledad, la culpa y la desesperación. Los mayores momentos de tensión surgen cuando la protagonista cuestiona su propia cordura; sin embargo, el director recurre una y otra vez al mismo mecanismo: durante el día vemos a Mary en su rutina y en la noche llegan las atroces visiones. El ciclo se repite durante todo el relato sin ofrecer un salto sorprendente, temerario y aterrador. La narración se vuelve descuidada conforme depende más del sentimentalismo y los reproches de la protagonista que de las heridas mentales que padece. Y aunque la banda sonora de Nathaniel Méchaly sugiere una inquietante atmósfera, las sensaciones de ansiedad o las imágenes inquietantes nunca llegan.
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Fecha de estreno en México: 25 de noviembre, 2016.