De viaje en las playas mexicanas para unas vacaciones largamente esperadas, las hermanas Lisa (Mandy Moore) y Kate (Claire Holt) están listas para la fiesta, disfrutando de la belleza natural de los paisajes y la atención de los hombres locales. Para Lisa, el viaje es agridulce debido a la reciente ruptura con su novio de toda la vida. Kate, con la intención de distraer a su hermana para que no recuerde a su ex, la invita a que juntas desafíen sus miedos aceptando participar en una inmersión de tiburones, dirigida por el capitán Taylor (Matthew Modine), en una pequeña embarcación. Después de tomar un breve tutorial sobre cómo usar el equipo de buceo, Lisa y Kate ingresan en una jaula oxidada de metal para descender a las profundidades del océano en una zona habitada por tiburones. Esperando emociones, las mujeres entran en pánico cuando su jaula se separa del barco, enviando a las hermanas 47 metros hacia abajo. Con una cantidad limitada de aire para mantenerse con vida, Lisa y Kate luchan por encontrar un camino de regreso a la superficie, enfrentando tiburones hambrientos.
Durante la mayor parte de Terror a 47 metros (47 Meters Down, 2017), las dos hermanas se encuentran en las profundidades del océano luchando por sobrevivir. El pánico y la desesperación son respuestas perfectamente razonables, especialmente porque el cineasta Johannes Roberts (The Other Side of the Door, 2016) recalca que cada una de ellas tiene únicamente una hora de oxígeno en su tanque, y podemos observar a los tiburones rodeando a sus presas. La premisa, aunque básica y sencilla, es bastante concisa a medida que avanza el relato con un ritmo vertiginoso. El director y su coguionista Ernest Riera deciden centrarse en una trama que poco tiene que ofrecer más allá de la desesperación por seguir con vida en un contexto adverso y en una lucha contra reloj. Aunque la mayor parte de la puesta en escena es una repetición de las mismas estrategias empleadas en otros filmes de suspenso y terror en donde los tiburones son los villanos (por ejemplo, las mordeduras inevitables ocurren casi siempre fuera de la pantalla; la música estridente que acompaña chorros de sangre en el mar, la excesiva dependencia de los ‘jump scares’ que reduce cualquier tensión genuina), Roberts confecciona un sentido de peligro consistente al ocultar inteligentemente las amenazas dentales en las profundidades tenebrosas. El trabajo del cinefotógrafo Mark Silk, aunque artificial y efectista, también es pertinente al sacarle provecho a la iluminación tenue, mientras que el uso de primeros planos crean una claustrofobia de suma importancia, aunque eso significa sacrificar el montaje cohesivo.
Fecha de estreno en México: 17 de noviembre, 2017.